En relación a la decisión ¿Creer que la única religión verdadera es la mía? esta es una opinión de José Luis González Quirós

No
Imagen de José Luis González Quirós
0 votos

Esta es mi opinión de experto

En realidad siempre que creemos en algo, lo creemos por considerarlo verdadero, independientemente de la cuestión de qué sea exactamente lo verdadero. Además, sabemos, pura lógica, que dos proposiciones contrarias pueden ser ambas falsas, pero no ambas verdaderas. Pero la cosa es algo más compleja.

Una verdad que no es reconocida universalmente y sin duda alguna está afectada por alguna clase de limitación, no tanto ella misma como su reconocimiento. Las verdades de la religión son verdades de este tipo, de manera que no hay forma, por mucho que se crea en la verdad de nuestra fe, de probar la falsedad de una creencia contraria. Las verdades de la fe no gozan de evidencia, constituyen una luz, pero no es una luz que sea siempre percibida con idéntica nitidez.
 
Así pues, podemos estar persuadidos de la falsedad de una creencia distinta a la nuestra, pero, al no tener medio alguno de mostrar esa falsedad, no tendremos otro remedio que admitir el derecho del creyente de esa supuesta falsedad a tenerla por tan verdadera como quiera creer. Forma parte de las creencias cristianas la idea de que alguna vez sabremos toda la verdad, y, en ese momento, se verá evidentemente quiénes estaban en un error. En ese momento sí, pero no ahora.
 
Siempre me ha llamado la atención que Jesús, en muchos pasajes evangélicos, prohíbe a sus discípulos que den a conocer cosas que ellos habían visto y oído, es decir que no quiere que su misión se convierta en una gigantesca y tumbativa operación de propaganda. Exhorta a los suyos a creer, pero no impone esa creencia porque la evidencia absoluta acabaría con la libertad que otorga mérito al que cree y espera.
 
Dios, sin duda, podría haber hecho evidente su existencia, pero, por alguna razón que se nos escapa, prefiere que ese hecho decisivo sea materia de conjetura y de fe, no una evidencia. Independientemente de que sea correcta o no esta interpretación del interés de Jesús en la manera de dar a conocer su Reino, parece evidente hay que aceptar que el acercamiento de los hombres a Dios, según cada cultura, época y persona lo experimenta, tiene algo de verdadero y de legítimo en sí mismo, porque, independientemente de que podamos creer que nuestra religión es la perfecta y la que Dios ha revelado, no podemos negar que a Dios no se le conoce solo por la fe revelada, sino a través de determinados medios de entender el mundo que los hombres han ido ensayando y poniendo a punto, formas de pensar en las que coexiste la razón, la esperanza, el temor, la conveniencia, etc.
 
Es extremadamente difícil pretender colocarse por encima de las muy distintas variedades de la experiencia religiosa, por emplear la expresión de William James, y esa operación no puede hacerse, desde luego, pretendiendo alguna autoridad especial, aunque tal autoridad, como la que los católicos reconocemos al Papa, exista. En cierto sentido, por tanto, las religiones expresan una verdad no solo respecto a la existencia de Dios, sino también al deseo humano de su existencia, al profundo anhelo de sentido con que los hombres solemos tratar de organizar nuestras vidas.
 
Para los no creyentes, esa clase de ideas pueden ser vistas como muestras de infantilismo, de hipocresía o de una lógica deficiente, pero para los creyentes, cualquier clase de manifestaciones de religiosidad implican el reconocimiento de una verdad fundamental acerca de la existencia de Dios y acerca de nuestra condición humana, y es importante que se ven desde este punto de vista antes que desde el estrictamente contrario, como muestras deficiente o gravemente erróneas de entender la existencia de Dios y sus relaciones con los hombres. El cristianismo se ha caracterizado por saber armonizar sus creencias con el ejercicio de la razón, con la búsqueda sincera y constante de la verdad a través de los medios naturales que poseemos para hacerlo, y eso ha de entenderse, también, como una forma de valoración positiva de las formas de conducta religiosa distintas al cristianismo. James Clerk Maxwell, seguramente el físico más importante del siglo XIX, decía no tener ninguna "nariz" para las herejías, es decir valoraba más lo que las religiones y las ideas teológicas tienen de aproximación a la verdad que lo que pueda haber en ellas de erróneo. Creo que acertaba.

×

Para poder participar debes ser usuario de Dontknow

Cargando...
×