En relación a la decisión ¿Intentar cambiar mi forma de ser? esta es una opinión de José Luis González Quirós

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Esta es mi opinión de experto

Nuestra forma de ser no existe como algo anterior a nuestra forma de vivir, de nuestras elecciones. En realidad, casi todo lo que se dice en relación con la supuesta forma de ser de cada cual es una disculpa, un argumento que trata de racionalizar, muy paradójicamente, nuestro carácter.

Dicho de una manera positiva, deberíamos estar siempre empeñados en ser mejores de lo que hemos sido. Reconozco que esto puede sonar a ideal un poco iluso, pero es un ideal racional y perfectamente perseguible; es lo que hace cualquiera que quiera empeñarse en alguna forma de perfección, de santidad o de excelencia, la regla del inconformista que sabe ser, en primer lugar, un disconforme consigo mismo.
 
De la misma forma que solo se puede ser más inteligente de lo que se es ejerciendo la inteligencia, no renunciando nunca a ella, en la mayor parte de las perfecciones que pueden adornar a un ser humano, en lo que los griegos llamaron virtudes, cabe perseguir un ideal, precisamente porque ese ideal existe. Todos mentimos alguna vez, pero se puede aspirar a no mentir nunca; todos sentimos miedo, pero se puede intentar dominarlo; todos sentimos deseo de venganza, pero podemos comprender y perdonar: en suma, siempre podemos intentar ser mejores de lo que somos. La renuncia a ese ideal es justamente la idea de condenación, quedar fijado para siempre con un carácter indeleble como lo que se es de manera irremediable. A esto es a lo que debemos llamar cambiar nuestra forma de ser, nuestra forma de comportarnos, ser educados y corteses cuando no lo somos, ser comprensivos en lugar de ser fanáticos, ser compasivos en lugar de ser crueles. Hay una infinidad de campos en los que es posible una mejora indefinida, un intento nunca del todo acabado de conseguir la perfección.
 
Es, además, algo que admiramos en quienes lo consiguen, en el deportista que siendo ya bueno se empeña en ir más allá de sí mismo, en la persona que no renuncia a aprender pese a sus muchos años, en el artista que no se conforma con las cosas mal hechas y peor acabadas y gasta su tiempo y su vida en perfeccionar lo que hace hasta que se perece a lo que querría que fuera. Los psicólogos, los médicos, los consejeros, los sacerdotes, los entrenadores, siempre tienen mucho que decir sobre esta carrera en pos de la perfección, pero, muy frecuentemente, se dejan ganar por el desánimo y construyen explicaciones que sirven para disculpar, para excusar, para hacer una humanidad más complaciente de lo debido con sus propias limitaciones. Cuando alguien no se rinde a esta regla del conformismo suele ser visto como un exagerado, como un peligro.
 
No negaré que pueda darse el caso, pero el verdadero peligro, a día de hoy, se dan en esa tendencia a igualar en la mediocridad, a homologar como excelente lo que no supone mayor esfuerzo y se limita a ser rutinario. Cuando incurrimos en el vicio de ser condescendiente con nustros vicios, con nuestro mal carácter o nuestra mala educación, puede que acabemos estando encantados de conocernos, pero nos estamos privando de ser mejores de lo que somos, de llegar a ser el que hubiéramos podido ser. Hay que tener paciencia con uno mismo, sin duda y es una necedad pretender que nuestra estatura aumente con solo desearlo, pero hay un largo trecho entre aprender a sobrellevar lo que no podemos cambiar y renunciar a cambiar lo que esté en nuestras manos hacer mejor.
 
La disculpa del “carácter”, del “modo de ser” son trampas sociales que nos tiende la indolencia y la falta de responsabilidad, pero también la falta de aprecio a esa "estatua interior" que cada cual va labrando, quiera o no, a lo largo de su vida. Cuanto antes nos abandonemos a lo que parece inevitable, más mostrenca será la imagen que labremos, cuanto más atentos estemos a hacer bien lo que puede hacerse mejor, mayor será el premio, pero también la exigencia y puede ser muy humano querer arrojar la toalla, porque hay veces que no se puede, y punto. Pero afrontar las dicficultades con la excusa de que no podemos cambiar nuestra forma de ser es equivocarse desde el principio hasta el final. Saber distinguir entre lo que podemos alcanzar y lo que es quimérico o ilusorio no siempre es fácil, y a veces no se sabe hasta que no se intenta muy en serio, con auténtica determinación.

Comentarios
Imagen de ALFONSO ROGERO ANAYA
Martes, 05 de Noviembre de 2013 a las 23:14

Todo pasa y todo cambia. Nosotros también. El dilema es si quiero ser el protagonista de mi cambio. Es frecuente el error de pretender cambiar a otros, sin conseguirlo. Somos seres en continua evolución, aunque nos opongamos a ello. Los valores, las metas, los ideales son un buen referente motivacional. La primera condición para que podamos cambiar es tomar conciencia de quienes y como somos. Sin ello sería remar sin rumbo y lo cierto es que todos queremos llegar a buen puerto, sin olvidarnos de disfrutar del viaje.

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