En relación a la decisión ¿Pensar que la creencia fuerte lleva al fanatismo? esta es una opinión de José Luis González Quirós

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Esta es mi opinión de experto

Pues no, porque precisamente hay una cierta trampa semántica en el planteamiento de esta cuestión, a saber que se considere que la fortaleza de la creencia es lo que mueve a la acción, pero yo creo que no es el caso, precisamente porque puede haber creencias respetuosas y humanitarias muy fuertes.

La afirmación de que la creencia fuerte mueve al fanatismo puede ocultar una doble trampa de tipo lógico. La primera, que toda creencia respetable ha de ser, por así decir, intercambiable para no ser peligrosa. La segunda, que toda creencia firme implique cierta clase de riesgos, o invite al fanatismo y la intolerancia.
 
Además hay un problema relacionado con la idea misma de creencia, una insinuación de que las creencias es algo de lo que se puede prescindir, cuando no es así: por ejemplo se puede creer que las creencias fuertes implican fanatismo, o no creerlo, pues la proposición correspondiente indica, precisamente, una creencia, no una evidencia o cualquier otra forma de saber seguro, como una generalización empírica bien fundada, por ejemplo, sin que se niegue que muchos fanáticos dicen tener creencias firmes, pero no todos, porque también ha abundado el fanatismo entre, digamos, los nihilistas, justo quienes no creen en otra cosa que en su acción y voluntad de poder.
 
Pero vayamos al otro punto dejando este aspecto puramente teórico. Para empezar, toda creencia debe ser firme para ser tomada en serio. Nadie que crea en algo puede tener muchas dudas acerca de lo que cree, porque o cree o no cree, no hay término medio, y creer exige una cierta seguridad, o una fuerte preferencia, una apuesta firme, en lo que se cree y por lo que se cree. Otra cosa es que, por definición, aquello que es objeto de creencia no pueda ser objeto de un saber evidente, pero no está claro que se pueda o se deba limitar el asentimiento convencido a aquellas cosas de las que estamos absolutamente seguros, al margen de que la seguridad absoluta sea, en sí misma, algo más bien quimérico.
 
Los seres humanos no nos pasamos la vida afirmando evidencias, sino comportándonos según creencias que consideramos y consideraremos firmes, mientras no se demuestre lo contrario, cosa imposible, por lo demás, en infinitos casos. Por ejemplo, si suelo ser sincero porque creo que hay que decir la verdad, esa creencia no está fundada en ninguna evidencia (no es evidente, por ejemplo, que las personas sinceras tengan más éxito o sean más felices que quienes no lo son, lo contrario es incluso más razonable), puesto que, en general, los mandatos éticos que asumimos y respetamos no tienen un respaldo evidente, un fundamento indiscutible (los filósofos morales no hacen otra cosa, habitualmente, que discutir acerca de ese fundamento, o sea que no debe ser muy evidente). Pero no se trata sólo de supuestos éticos, hay otro sinfín de situaciones, entre otras las que afectan a la experiencia religiosa, desde luego, o a las ideas políticas, que no tienen otro fundamento que una creencia (por ejemplo, la igualdad entre los seres humanos, o la superioridad del diálogo sobre la pugna), una creencia que puede ser todo lo razonable y civilizada que se quiera, pero que no dejar a de serlo por muy mucho que se la pula y la cultive. En definitiva, decir que es mejor tener creencias flexibles y no demasiadamente firmes, es una creencia bastante firme de muchas personas. Vamos a la segunda cuestión. La firmeza de una creencia nada tiene que ver con el fanatismo. Gandhi creía firmemente, cabe suponer, en el ideal de la no violencia y eso no le llevó a ninguna especie de fanatismo. El fanatismo es un rasgo moral o de conducta, y las creencias son rasgos epistémicos y no es nada fácil establecer una relación causal entre esos dos tipos de rasgos, especialmente si nos tomamos el análisis causal con rigor y establecemos las correlaciones con precisión y con las mil limitaciones que un trabajo de este tipo llevaría consigo.
Casi, para redondear la respuesta negativa, estoy dispuesto a afirmar que las creencias firmes, y desde luego un determinado tipo de creencias morales, son las menos proclives a promover la violencia, a facilitar el fanatismo. En realidad, todos los grandes moralistas han creído con vigor en sus principios, y se han esforzado en ser fieles a ellos sin violencia alguna.

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