En relación a la decisión ¿Sacrificar parte de mi tiempo libre para seguir formándome? esta es una opinión de Juan Carlos Hernández Clemente

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Esta es mi opinión de experto

Sí, pero sólo el que me permita seguir siendo feliz. En los tiempos que corren parece necesaria una formación continuada para estar actualizado en todos los ámbitos de la vida, desde comprar por internet hasta sacar un billete de metro con tarjeta electrónica. 

Todo ha cambiado estratosféricamente en las últimas décadas. Expresiones como cursos de formación, formación continuada, aprendizaje continuo, mejora continua se han ganado un puesto en el lenguaje común de cualquier ciudadano de nuestra civilización occidental. Los avances tecnológicos de las últimas décadas no tienen precedente alguno en la historia de nuestra especie. El arado romano para roturar la tierra ha cumplido su misión casi dos mil años y la edad media duró con sus claro-oscuros aproximadamente mil años. Sin embargo,  hoy todo cambio es vertiginoso y, por tanto, da vértigo. Y ese vértigo es consecuencia  de  la velocidad a la que se producen y suceden los cambios, algo que en medicina  es denominado  como  cinetosis. Dicha enfermedad produce nauseas, vómitos,  sensación de giro de objetos y, a veces, sensación de muerte inmediata. Esta es la sintomatología en la que me quiero detener, pues es curioso, pero nuestra biología, o si se prefiere, nuestro sistema nerviosos central necesita tiempo para adaptarse a cambios tan veloces  y tan bruscos.  Se han necesitado miles y miles de años para que nuestro sistema nervioso central se adaptara y adaptara el medio y, de repente, el imperativo tecnológico se nos impone como una realidad insuperable, como una realidad que produce cinetosis aunque le llamemos estrés, ansiedad, depresión u otro conjunto de vocablos y expresiones que son parte, también, del lenguaje común de nuestro tiempo. Vemos, como lingüísticamente existe un  paralelismo entre las expresiones iniciales del texto: formación continuada, aprendizaje continuo… y, estrés, ansiedad, depresión… y es que el lenguaje tiene una función representativa de la realidad digna del mejor montaje teatral. La formación es necesaria y no se puede renunciar a ella, salvo que queramos convertirnos en Robinsones modernos, pero debemos  salvaguardar nuestra integridad física y mental (que en definitiva son una y la misma cosa). La utilización de parte de nuestro tiempo libre en formación es necesaria y consecuente con nuestra época, pero la pérdida de nuestro tiempo de ocio, de nuestro tiempo personal  y familiar secuestrado por la llamada formación continuada o trabajo permanente puede desembocar en problemas de salud muy similares a aquellos que padecieron los trabajadores de la Primera Revolución Industrial con sus interminables jornadas de trabajo, ausencia de días de descanso, inexistencia de vacaciones, etc.,  hasta que por fin se instauraron las 8 horas de trabajo al día. Hoy, el riesgo es el mismo, aunque la sintomatología no sería tan claramente somática sino psicosomática, síntomas de nuestra corporeidad con una causa psicológica o psíquica.  Sabemos que bajo el epígrafe de progreso y de formación continuada y de competitividad y de tantos otros vocablos que van en la misma dirección se  mermará nuestra calidad de vida y abundarán los  trastornos relacionados con la pérdida de  esta calidad de vida percibida, con una carga mental y emocional que pueden acabar expresándose en un variado elenco de síntomas  de malestar, de problemas psicológicos, de somatizaciones  y de todo aquello que acabará impactando en nuestra manera de vivir.  

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