En relación a la decisión ¿Leer ‘La voz del aprendizaje liberal’ de Michael J. Oakeshott? esta es una opinión de Juan Malpartida

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Esta es mi opinión de experto

       Si lo entiendo bien, creo que Oakeshott no cree en la abstracción hombre o fin social sino, filósofo escéptico, en la irreductible experiencia individual.

      Comprender qué es el aprendizaje y la educación es un tema central de nuestro tiempo, o debería serlo. Nunca ha habido tanta información, ni la capacidad veloz y universalizada de acceder a ella. La información es inmensa pero quizás se olvida en demasiadas ocasiones que la libertad que nos define (respecto al cumplimiento ciego del mandato natural) es elección que a su vez nos elige. El filósofo inglés Michael J. Oakeshott (Londres, 1901-1990) afirmó que no sólo importa la información en sí misma sino también, y de manera decisiva, el sentido que tiene en nosotros: hay que añadir al “saber qué” el “saber cómo”. Porque la libertad “se manifiesta en la capacidad que tiene el hombre para elaborar enunciados sobre sí mismo”. No es sólo la capacidad de decidir (libre albedrío) sino el acto de ser lo que es para sí mismo.

La mente no es, como cierto materialismo ramplón repite, sólo un proceso físico químico, es aquello que explica dicho proceso. Como en Aristóteles y, de manera algo distinta, en Rousseau, no hay naturaleza humana sino sociedad. Ser humano significa aprender a serlo. Aunque Oakeshott piensa que la sociedad es el espacio necesario para el desarrollo humano -es decir, como una naturaleza cuya radicalidad consiste en dársela a sí mismo-, señala una y otra vez el fin individual y la sustentación necesaria de lo colectivo en la autenticidad de esta realización personal.

Si lo entiendo bien, creo que Oakeshott no cree en la abstracción hombre o fin social sino, filósofo escéptico, en la irreductible experiencia individual. No aprende la sociedad sino siempre una determinada persona. En este sentido, es opuesto al estructuralismo de su época, tan proclive a asumir al individuo como un signo de una estructura en la que cumple una función como significante; pero que -debo añadir- también nos ha revelado que hacemos muchas cosas que creemos apoyadas en nuestra voluntad y sin embargo es mera aceptación de fuerzas tejidas por el grupo y sus relaciones.
 
Sea como fuere, lo que en el filósofo inglés es evidente es que no hay naturaleza humana sino individuos que responden de manera diversa, con mayor o menor capacidad reflexiva o aceptación, al peso de la conciencia, una conciencia que supone autocomprensión y en la cual descansa nuestra existencia. Dicho esto, se entiende que el aprendizaje sea algo más que adquirir información. Hacerse humano es entrar en un mundo hecho de creencias y expresiones, y –añado por mi cuenta- objetos, que debemos comprender porque esto es lo que denominamos mundo. “El cielo estrellado sobre nosotros, y las leyes morales que conlleva –escribe Oakeshott aludiendo sin duda a Kant- no son otros logros humanos similares. Y es un mundo no porque tenga un significado en sí mismo (que no lo tiene), sino porque es un todo de significados entrelazados que se establecen e interpretan entre sí”.
 
El aprendizaje liberal es una educación asentada en la imaginación y en la conversación que nos permite adquirir hábitos intelectuales y morales. Lo ha explicado Fernando Savater en su precioso libro El valor de educar (cito de memoria): no se trata meramente del enriquecimiento informativo sino de aprender a aprender: de adquirir la gimnasia intelectual que nos construye no como recipientes sino como conformadores de saber. No se puede enseñar a discernir en vacío, como en realidad se hace cuando los alumnos sólo han de repetir o memorizar sin añadir a tal ejercicio el aprendizaje de la reflexión.
 
Pensar es pensar con otro, de ahí la importancia del elemento conversacional. Tan importante es aprender a pensar -y para ello hay que despertar en nosotros “una curiosidad desinteresada, paciencia, honestidad intelectual, exactitud, industria, concentración y duda”- que es finalmente, cuando hemos olvidado tantas cosas, lo que queda. Dicho por Oakeshott: El discernimiento “es el residuo que queda cuando se olvida todo lo demás; la sombra del conocimiento perdido”.

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