En relación a la decisión ¿Leer 'El Instinto del Lenguaje', de Steven Pinker? esta es una opinión de Juan Malpartida

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Esta es mi opinión de experto

El psicolingüista Steven Pinker piensa que hay una base genética en el lenguaje, un instinto, en definitiva, aunque sus variantes son epigenéticas (culturales).

Pinker, a diferencia de Chomsky y Gould, considera al lenguaje como una adaptación evolutiva, y por lo tanto formado por partes (cerebrales) que han tenido funciones diversas. El descubrimiento de un gen relacionado con el lenguaje (FOXP2), existente en otros mamíferos pero con una secuenciación especial en nosotros, ha puesto en evidencia que ha sido objeto de la selección natural durante doscientos mil años. Además, se han descubierto diversos genes y localizaciones de áreas celulares diversas vinculadas a la actividad lingüística, algo que apunta, como señala Pinker, a la complejidad genética del lenguaje, es decir: el lenguaje no es el resultado de una mutación afortunada, la mano de Dios o del azar, sino un lento proceso evolutivo en el que han participado diversas áreas cerebrales. Hay una localización cerebral implicada en el habla y otra en la comprensión del habla, por ejemplo.
 
Cuando decimos que el hombre no tiene naturaleza sino historia no dejamos de expresar una exageración producto de la exaltación historicista, salvo si pensamos, de manera más amplia, que la naturaleza tiene historia. Que nuestras células tengan historia no significa que no sean naturales y que su historia sea su verdadera naturaleza. Es cierto, nosotros somos más ambiguos porque somos un poco libres y sobre todo morales: respondemos de nuestros actos, incluso cuando afirmamos que actuamos sin querer. Es mucho lo que hacemos en el espacio social, como búsqueda y transmisión, asistidos por lo que llamamos cultura (la transmisión epigenética), algo que no se explica del todo por un determinismo natural, aunque esta indudable realidad difícilmente niega que la selección natural no haya tomado cartas en el asunto.
 
La afirmación del que el pensamiento es puramente verbal es un exceso que pervierte la realidad y que ha hecho a muchos repetir el dictum de Wittgenstein de que, de lo que no se puede hablar es mejor callarse ya que lo que no se puede expresar es lo místico. El determinismo lingüístico es deudor de Edward Sapir y Benjamin Lee Whorf: las categorías del lenguaje determinan el pensamiento, y su derivado relativista: las diferencias de lenguas suponen formar distintas de pensar de sus hablantes. Pinker y muchos otros psicolingüistas, sostiene que el pensamiento es más complejo que el lenguaje, pero nos vemos obligados a expresarlo con palabras de manera lineal. Según Pinker la complejidad de la mente “no es consecuencia de un proceso de aprendizaje; antes bien, el aprendizaje es consecuencia de la complejidad de la mente”.
 
Me pregunto si Pinker no está desplazando u olvidando que el lenguaje no sólo (y ya es mucho) expresa una parte de la complejidad de lo que él denomina “mentalés”, ese pensamiento que trata de hallar su forma en las lenguas, sino que la lengua es capaz de alcanzar conceptos (significados) como los expresados por Platón, Kant, Hegel o Wittgentein, sin olvidar el otro lado, el creativo, que funde la forma en su expresión. La arbitrariedad de la relación entre el símbolo y su significado ya se halla en la mente del niño, y antes de poder pronunciar una sola palabra ya hay un pensamiento latente. Dicha arbitrariedad es rastreada por Pinker apoyándose en sesudas demostraciones lingüísticas, psicológicas y experimentales.
 
Esto, y los recientes estudios neurocognitivos le llevan a concluir que hay un instinto del lenguaje, y cada cerebro humano está equipado con una gramática universal. Aunque las lenguas son ininteligibles entre sí, “bajo sus superficiales variaciones se oculta el diseño computacional único de la Gramática Universal, con sus nombres y sus verbos, sus estructuras léxicas y sintagmáticas, sus declinaciones y auxiliares”. Si el lenguaje es un instinto, parece obvio pensar de acuerdo con el darwinismo, que ha evolucionado por selección natural, además de por selección cultural. Aprendemos, es cierto, pero, insiste Pinker, lo hacemos porque poseemos un mecanismo innato que nos permite aprender.

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