En relación a la decisión ¿Plantearme cuál es mi vocación profesional? esta es una opinión de Juan Malpartida

Sí

• Juan Malpartida
• Crítico literario

Esta es mi opinión de experto

     La vocación profesional, relativa a nuestra actividad principal, no siempre es fácil de reconocer. Hay personas que sienten una inclinación desde la adolescencia. Oliver Sacks, por ejemplo, como cuenta en sus admirables memorias de niñez y juventud, Mi tío Tugngsteno (el volfranio), sintió desde siempre una atracción enorme por resolver cuestiones de técnica, y por la química, aunque luego se redirigió hacia la neuropsiquitaría. Freud fue siempre médico, un caso claro de vocación, como el de Einstein por la física. En otro orden tenemos a Fernando Alonso, que nació subido a un coche de carreras, y ve el mundo subespecie velocidad y adrenalina.
 
¿Es su verdadera vocación o lo es porque se le da bien, muy bien y dicha actividad le responde con gratificaciones enormes? Hay muchos casos en los que la vocación se reconoce más tardíamente o con más dificultad. Suele ser lo habitual y por razones comprensibles. Lo raro es encontrar mi propio deseo tal fácilmente, cuando la experiencia aún no ha llegado, cuando no hemos aún desarrollado en parte nuestras posibilidades en el careo con la realidad, eso indeterminado, cambiante, que está ahí cuando nosotros aparecemos. "Cuando nací, la realidad ya estaba allí", podríamos decir, al menos en términos culturales.
 
         El medio determina nuestra vocación. En el neolítico nadie quería ser astronáuta, o corredor de coches, o futbolista, o político. Pero sin duda, algunos encontraban una cierta facilidad y placer en trabajar sílex, o en cierto tipo de caza, o de arreglo del espacio donde se resguardaban. Nuestras vocaciones se con-forman en el diálogo con los otros y con la sociedad. Pero, aunque cantemos bien o tengamos facilidad para arreglar la tostadora y los aparatos electrónicos de la casa (cada vez menos, porque la mecánica ya es casi invisible...), la inclinación es algo distinto, y podemos tener varias, y no hay que renunciar a ellas, al menos no internamente.
 
Es difícil estudiar matemáticas y literatura, ciertamente, pero podemos, en cambio, elegir lo que creemos más adecuado para el desenvolvimiento de nuestras vidas (digamos que las mates) y seguir dedicando tiempo a lo otro (la lectura y la escritura, por ejemplo). Si no renunciamos sino que oímos nuestra complejidad y le damos tiempo y cuidado, nos sentiremos más realizados. No somos seres unidireccionales, sino que nos gusta caminar en varias direcciones. Una estrella de mar. Hay centro, que es nuestra propia vida, lo que a veces denominamos nuestra identidad, pero con tentáculos en direcciones distintas. Probar y probarnos, sostenidos por la voluntad y la constancia, es importante, hasta que aquello que intuimos como posible comienza a tener rostro.
 
          En este sentido, creo que perder el miedo a las tentativas es importante, porque no vamos a cometer el gran error de nuestras vidas. Cierto, algunas personas se pasan la vida probando, sin que nada los satisfaga, pero esa es otra cuestíón: la dificultad de identificarnos con nuestros deseos, que quizás no son tan nuestros. El gran error, creo, es no poner a pureba nuestras posibilidades, aunque sean diversas. No siempre hay una respuesta rápida. la paciencia es necesaria, la intuición tanto como la paciencia. Debemos aprender a oírnos, desarrollar el oído interno, y luego, dejarnos llevar. Yo supe al final de la adolescencia, que lo que realmente me gustaba era leer y escribir, y todo parecía conjurarse en contra, pero creí, y sigo creyendo, que era lo que realmente debía hacer. Cuarenta años después, sigo ahodando, o extendiéndome, en lo mismo. La vocación se revela o la descubrimos, pero no siempre, es mi conclusión, es singular.