En relación a la decisión ¿Promover el final de las monarquías? esta es una opinión de Juan Malpartida

Sí

• Juan Malpartida
• Crítico literario

Esta es mi opinión de experto

La monarquía española democrática, o juancarlismo, ha cumplido sin duda (o eso creo) una labor excelente, hasta hace poco. Y con esa misma lógica podemos afirmar que tal o cual dictadura fue beneficiosa (en parte, necesariametne siempre en parte) a tal país. ¿Pero deberíamos por ello defender una dictadura? Hace años le oí a Fernando Savater decir algo al respecto muy sencillo y difícil de contestar: "Sí, yo creo que el Rey ha sido eficaz para la Transición, pero ¿y si no lo hubiera sido?" Ahí está el asunto. 
 
La cuestión constitucional y jurídica es radical: no puede haber ningún ciudadano fuera de la Constitución, y el Rey es una figura institucional, no una persona:  como se sabe, no es responsable... Los estados democráticos presidencialistas quizás cuesten más a los ciudadanos, y tienen otros tipos de problemas, pero estos problemas forman parte de una noción de Estado que responden a criterios universalistas y totalmente democráticos. El problema de la monarquía no es que sea una institución permanente, sino que son permanentes las personas que la encarnan (nunca mejor dicho), siempre por sucesión sanguínea. Lo lógico es que el rey pudiera ser elegido, que fuera un ciudadano, es decir, que fuera Presidente del país, pero entonces no sería Rey.
   Algunos piensan que no estamos preparados para no tener Rey, que la monarquía opera como una figura más allá de las veleidades políticas: una noción de fondo arquetípico que no se mueve con los cambios, etc. Pero la verdad es que sería deseable pensar que nadie merece tener un Rey, por muy bien que lo haya hecho Don Juan Carlos I, hasta hace unos años; pero ahora que la familia se tambalea, ¿qué hacer?  ¿Confiar en la sangre? ¿Le compraría usted a un hijo de Picasso un cuadro que hubiera pintado por algunos millones de euros apoyado en la continuidad genética? El arte no se hereda, la inteligencia no se hereda, la moral no se hereda, y el poder tampoco debería heredarse sino estar sujeto a crítica, tiempo y voto.