En relación a la decisión ¿Aceptar a los inmigrantes? esta es una opinión de Leopoldo Gonzalo

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Esta es mi opinión de experto

Con violencia o pacíficamente, las migraciones son una constante histórica desde los tiempos más remotos. 
Puede decirse, sin embargo, que lo que caracteriza a las migraciones actuales es su carácter predominantemente pacífico, aun cuando su causa sea la violencia, como es el caso, por ejemplo

del millón y medio de sirios que han huído de la guerra declarada en su país instalándose en Turquía, Libia, Jordania y Egipto. Quiero decir que no se trata ya de invasiones como las de la Antigüedad.
 
Para responder a la pregunta planteada es preciso considerar antes algunos de los rasgos característicos de las migraciones modernas. Se trata, en primer lugar, de un fenómeno social cuantitativamente muy importante que muestra, además, una evolución acelerada. La ONU estima en unos 232 millones el número de las personas que actualmente viven fuera de su país de origen. En España, por ejemplo, uno de los diez países del mundo con mayor inmigración, hay actualmente 6´5 millones de extranjeros, cuando en 2005 había 3´5 millones. Las migraciones contemporáneas plantean así dos cuestiones que es preciso cohonestar: por una parte, el derecho natural de los seres humanos a  fijar su residencia en el lugar cuyas condiciones propicien su subsistencia y su más plena realización personal y familiar; y, por otra, la preservación del orden sociocultural propio de quienes ya residen en los países receptores de los flujos migratorios.
           
Las migraciones actuales son consecuencia de un conjunto de factores. Del lado  de los países emisores destacan, entre otros, la conciencia de pobreza absoluta o relativa de sus poblaciones (consecuencia, ésta última, del “efecto llamada” derivado de la globalización y transmitido a través de los potentes medios de comunicación de imagen actuales); la continua ampliación de la brecha de renta per capìta con los países de destino; el reconocimiento -al menos formalmente- de los derechos humanos en éstos últimos; y la inestabilidad y escasa libertad características de sus regímenes políticos. Del lado de los países receptores, destaca, sobre todo, el envejecimiento poblacional derivado de su bajo índice de fecundidad, lo que, entre otras cosas, deja un conjunto de actividades y servicios que, por su baja retribución y/o duras condiciones de trabajo, no asumen las poblaciones autóctonas.
           
Los movimientos demográficos que ocasiona este conjunto de factores plantean a los países receptores de inmigrantes la necesidad de instrumentar políticas orientadas a su correcta ordenación, al objeto de evitar o, al menos, paliar sus efectos adversos. Debe subrayarse el hecho de que, en realidad, la interesada en tales políticas no es sólo la población autóctona –la cual tiene perfecto derecho a que se preserve su identidad cultural y su orden socioeconómico-, sino también los propios inmigrantes ya establecidos legalmente. En suma, cabe afirmar que la inmigración normada redunda en beneficio de los propios inmigrantes mejorando su grado de aceptación por parte de la población receptora.
           
No es preciso insistir en los efectos beneficiosos de la inmigración sobre la economía de los países que logran asimilarla. Parte significativa del crecimiento económico de los miembros de la UE durante los últimos años, así como de la mejora en los saldos de sus cuentas públicas, debe atribuirse justamente a la población inmigrante. Y aunque la ulterior reproducción y reagrupación familiar de los inmigrantes haya de traducirse de modo inmediato en un aumento de determinados gastos sociales (educación, sanidad, etc.), es cierto también que estos renuevos demográficos han de contribuir en el futuro a la sostenibilidad del sistema de pensiones e incluso del propio Estado de bienestar en su conjunto.
 
En definitiva, puede concluirse que las tensiones inmigratorias que actualmente experimentan los países desarrollados son un fenómeno inevitable pero regulable, y, en buena medida también, beneficioso para todos si se acierta a ordenarlo adecuadamente. 

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