En relación a la decisión ¿Aceptar todas las decisiones del Papa si soy católico? esta es una opinión de Leticia Soberón

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Esta es mi opinión de experto

Aclaro: un "" sólo en lo que se refiere a lo que el Papa decide en cuanto Sucesor de Pedro. Lo demás (cuando decide qué comer, a quién encontrar, su ritmo de vida, etc.) no es materia de adhesión por parte de los fieles. Una decisión tan trascendental como la de Benedicto XVI, sí claro.

El Papa es un ser humano como todos, pero con una misión de grandes dimensiones. Su tarea como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro consiste en guiar, en unión con los demás Obispos, al Pueblo de Dios para que sea un pueblo santo, para que viva el Evangelio, para que sea testigo del Amor de Dios en medio del mundo. El Papa es signo visible de la unidad de todos los fieles, pues la Iglesia es universal, extendida y abierta a todos los pueblos.
 
Pues bien. El Papa Benedicto XVI ha tomado la decisión, sorprendente para toda la Iglesia y para la aldea global del mundo, de dimitir el 28 de febrero de 2013. Millones de bits y ríos de tinta se han dedicado a comentarla, pero me gustaría enfocarme en el proceso que expresa el Papa Benedicto en su discurso.
 
En www.dontknow.net no hay una visión única sobre las estrategias para decidir. Contiene un mapa de decisiones importantes y desea contribuir a que las personas estén mejor informadas, más sosegadas y con un diálogo enriquecedor antes de optar.
 
Muchas de las decisiones que aparecen en Dontknow tratan temas en los que las personas usan simplemente la luz de su razón, sus emociones, su conocimiento. Se intenta que seamos todos más libres, usemos mejor nuestra inteligencia, y por ello amemos más y mejor.
 
En el caso del Papa Benedicto XVI, su decisión de renunciar incluye todo este proceso natural humano del discernimiento, pero está iluminado además por la luz sobrenatural que el creyente –y qué creyente- recibe por la Gracia en su relación con Dios.
Veamos sus palabras literalmente: “Tras haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi avanzada edad, ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino. (…) He tenido que reconocer mi incapacidad para cumplir adecuadamente el ministerio que se me confió. Por esta razón, y muy consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma”.
 
Estas palabras describen un proceso ejemplar en la toma de decisiones. Implica libertad, responsabilidad, información suficiente, humildad y conciencia clara. Y además, una gran fe y confianza en Dios.
 
El Papa ha entrado repetidamente en ese claustro interior que todos tenemos, en el que Jesús prometió que habitarían Él y su Padre si alguien le ama (cf. Jn. 14,23).
En ese inefable coloquio, el mutuo amor hace que con el tiempo el discernimiento se vuelva más que obediencia: una total comunión de voluntades, misteriosa y gratuita, entre la persona y Dios. Por todo eso hay que respetar escrupulosamente el resultado de esa decisión, aunque parezca contradictoria con la que Juan Pablo II tomó en su momento, siguiendo tal vez un método similar.
Cada vocación y cada persona son irrepetibles.

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