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Esta es mi opinión de experto

Sinceramente me parece que hace muchos lustros que Europa va perdiendo gran parte de su entusiasmo y horizontes. Su identidad como continente aparece desdibujada y amorfa, y las instituciones europeas aún deben aportar algo significativo para los ciudadanos. La crisis me parece sólo un agravante.

No estoy hablando en términos económicos, sino sobre todo de contexto sociocultural y de valores. El empuje para constituir una Unión sólida debe provenir de cada país, y en él, de las personas e instituciones de significado (familias, escuelas, universidades, medios de comunicación, gobiernos, intelectuales). Por motivos que deben estudiar los sociólogos, la opulenta sociedad europea no está formada por personas felices. Habrá muchas, claro está, pero también hay una enorme concentración de individuos solitarios y cientos de miles de personas deprimidas, lo cual no parece tener explicación, visto que la mayoría de la población -al menos hasta ahora- ha vivido con holgura suficiente para tener una vida gratificante, al menos en apariencia.
 
Quizá es que se iban volviendo sociedades instaladas en un área de confort, en cierto modo pasiva, que reclamaba pocas de las energías disponibles para crear cosas nuevas, para emprender, para cambiar lo obsoleto.
Hay que preguntarse cómo puede recuperarse el entusiasmo y la alegría, la esperanza en el futuro, las ganas de procrear, de imaginar proyectos posibles, generar imaginarios y valores compartidos y significativos para todos... que le den sentido a la aún importante bonanza económica.
 
La crisis, en cierto modo, puede ser y quizá está siendo ocasión de un despertar, de la urgencia de reinventarse. Pero no un solo país, sino todos juntos... ¿Habrá líderes capaces de animar de nuevo este proceso de vitalización e integración que vaya más allá de la economía?
 
Creo que son las poblaciones las que dan sentido a los Estados y no al revés. Aunque sean necesarios líderes que aglutinen las energías de la población para lanzarse a un proyecto que valga la pena. Recuperar el sentido de pertenencia y la alegría de compartir una identidad, es condición necesaria -aunque no suficiente, claro- para que la economía, la demografía y la cultura europeas adquieran nuevos bríos.
 

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