En relación a la decisión ¿Ser creyente para ser más feliz? esta es una opinión de Leticia Soberón

No

Esta es mi opinión de experto

La creencia religiosa no se plantea al creyente sincero como un instrumento para la felicidad. Eso sería reducirla y ponerla al servicio de las propias apetencias. La felicidad es más bien el resultado de un camino vital lleno de sentido, pero también del esfuerzo y la ascética de cada religión.

Es frecuente que, quien ve desde fuera la vivencia religiosa, se imagine que los creyentes viven una vida plácida, acomodando el pensamiento a sus propios deseos para evitar los sinsabores de la existencia normal. Eso, en mi opinión, sucede en todo caso cuando la creencia se vive de manera infantil y en cierto modo patológica. Instrumentalizar la divinidad para la propia comodidad, la propia gloria, el propio confort, esa es la magia. La creencia sana está en las antípodas de la magia porque no instrumentaliza ni a Dios ni a las personas, ni a uno mismo.
 
Cuando las creencias son sanas y el modo de vivirlas también, la persona emprende un camino de perfeccionamiento individual y grupal hermoso, pero arduo. Desplegar las propias potencialidades, mejorar la sociedad, ver la vida con esperanza, son resultado de la creencia, no su objetivo.
 
Hablaré de la creencia cristiana, que es la que mejor conozco.
 
Creer en un Dios que es amor nos hace indispensable emprender el camino de aprender a amar. Creer en un Dios que perdona, nos impulsa a ser personas que perdonan y aprenden a pedir perdón. Creer en un Dios que está siempre cerca de los más olvidados de la sociedad, nos obliga a hacer lo mismo y actuar con más que justicia, con generosidad. Creer en un Dios que da la vida por los amigos, nos hace vivir la amistad de ese mismo modo. No digamos ya la invitación -inédita en la historia del pensamiento hasta el momento de ser pronunciada- a amar a los enemigos. Nadie se propondría este objetivo para hacer más dulce su vida.

Ninguna de esas cosas es cómoda, ni confortable, ni nos hace la vida fácil, aunque puedo decir con sinceridad que es un camino que te libera de ataduras (rencores, egoísmo, sed de venganza, odio) y te llena por ello de felicidad.
 
Pero lo que en realidad hace feliz al creyente sincero, es la relación con ese Dios vivo y actuante que es fuente de todo amor.

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