En relación a la decisión ¿Hacer míos los problemas de los demás? esta es una opinión de Lluïsa Etxeberria Azkune

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Esta es mi opinión de experto

Estar disponible para escuchar y atender los problemas de otras personas no quiere decir que se hayan de vivir como propios los de los otros y no debería interpretarse, en principio, como falta de sensibilidad o actitud para ponerse en el lugar del otro y condolerse.

A menudo, intentamos enseñar aquello que necesitamos seguir aprendiendo, y queremos saber cómo y en qué medida podemos implicarnos en los problemas de los demás. En mi opinión, la condición necesaria para atender eficazmente los problemas de las otras personas requiere cuidarse uno mismo –la salud física y mental- y ejercitarse en la capacidad de tolerar y  contener el dolor y el conflicto inherentes a las situaciones difíciles de la vida que todos, en un momento u otro, podemos vivir.
La preocupación por los problemas de los demás, en lo que llamo “cuidarse de uno mismo para cuidar y atender los problemas de los otros”, representa diferenciarse del otro, de lo que vive en su subjetividad y, por tanto, no quedarse sumergido o demasiado contaminado por su realidad, evitando así, en lo posible, confundirse ante la dificultad de no discriminar suficientemente los sentimientos de preocupación y de malestar pertenecientes a uno u otro.
Preservar el propio espacio mental sin saturarlo ni forzar las soluciones que no dependen de nuestra intervención, tener las condiciones personales que nos permitan pensar y hacernos cargo del dolor del otro, respetándonos y respetándolo, es sumamente importante. De esta manera podemos tener el intercambio adecuado para seguir buscando los medios a nuestro alcance en el intento de solucionar los problemas de los otros, reconociendo lo que uno puede dar y lo que el otro puede recibir, es decir, las posibilidades y los recursos de ambos junto con los límites y las limitaciones.
La función cuidadora viene entonces a convertirse en un estilo de vida, como un desplegar el interés y las habilidades de manera comprensiva, dando cabida a los problemas de los otros pero sin vivirlos como propios. Y en el vaivén de la vida se puede  hacer extensible esta actitud constructiva que facilita poder aprender a  responsabilizarse de los problemas propios y los de los demás, contribuyendo así a nuestro crecimiento, a humanizarnos.

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