En relación a la decisión ¿Llevar a mi hijo al psicólogo si tiene problemas de aprendizaje? esta es una opinión de Lluïsa Etxeberria Azkune
- Lluïsa Etxeberria Azkune
- Psicóloga. Psicoterapeuta
Esta es mi opinión de experto
Las calificaciones escolares son indicadores para pensar. Observar, comprender, contener y empaparse de relación son actitudes primordiales para sospesar el proceso de aprendizaje, valorar las dificultades, si se presentan, y decidir cuándo es conveniente acudir a un profesional.
Desde el inicio de la vida, el ser humano tiende al conocimiento, a crear pensamiento. El niño se desarrolla a partir de unas condiciones personales, de su potencial cognitivo y afectivo y de un ambiente o entorno facilitador. Sabemos también que, en un momento u otro de su evolución, pueden aparecer dificultades de aprendizaje, y no sólo en el terreno escolar. Discriminar, cuándo las dificultades son parte de la evolución “normal” en el crecimiento, cuándo se deben a momentos de crisis y cuándo - por su persistencia e intensidad- traspasan esa línea delicada entre la salud bio-psico-social y la patología, es muy importante. Cuando el acceso al conocimiento está perturbado o bloqueado, pedir al niño que rinda más, sostener que “no aprende porque no quiere, no se esfuerza, es vago…o minimizar les dificultades: es pequeño, ya crecerá…, no conduce a nada.,
Apunto algunas pistas para explorar el funcionamiento mental de los niños respecto del aprendizaje para la reflexión y el posible manejo de los progenitores-educadores:
- Aprender representa observar, percibir, relacionar, juntar e incorporar el procedimiento o contenido con las bases de aprendizaje anteriores, asimiladas y supuestamente organizadas, las que están sostenidas o sólidas. De no ser así, lo aprendido puede estar en condiciones precarias y, consiguientemente, el niño y sus aprendizajes se pueden desorganizar más al exigirle o exigirse introducir otros nuevos y más complejos.
- Aprender requiere un funcionamiento mental capaz de diferenciar, ordenar, apreciar confusiones y salir de ellas, entre otras operaciones mentales. Si observamos alguna disfunción en estos aspectos, cabe entender qué está pasando y proceder a dar sentido a través del intercambio, poniendo nombre a lo que el niño puede estar experimentando, trabajar los conceptos dudosos con materiales diversos, jugando… para que puedan ser digeridos e integrados en la mochila de sus recursos disponibles,.
Las actitudes de observar, comprender, contener y establecer una cálida relación con el niño permiten a menudo movilizar sus recursos y potencialidades, saber en qué y cómo darle soporte, acompañándolo, para que pueda aprender y conservar lo aprendido. Pero también puede ocurrir que necesidades a las que se ve presionado a responder, necesidades no cubiertas suficientemente o frustraciones no toleradas, a causa de deseos insatisfechos, le afecten considerablemente, y que se activen en él defensas que no siempre son saludables. Por ello, cuando nos alertamos de que tensiones internas o externas, problemas adaptativos, etc. invaden al niño o van camino de inhibirlo en sus capacidades, la ayuda de un profesional para explorar y valorar a fondo puede contribuir a desatascar la situación.