En relación a la decisión ¿Apoyar leyes de transparencia exigentes para acabar con la corrupción? esta es una opinión de Roger Senserrich

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Imagen de Roger Senserrich

Esta es la opinión del experto

"Es una petición recurrente. Ante cada escándalo de corrupción, ejemplo de despilfarro en cuentas públicas o pavorosa demostración de favoritismo, arbitrariedad y pelotazo en la política, los medios  y muchos ciudadanos se desgañitan pidiendo la mítica Ley de Transparencia" 

Roger Senserich en su artículo "La transparencia no sirve de nada" y publicado el 12 de febreo de 2013 en el sitio web politikon, asegura que, aunque las leyes de transparecia son necesarias, debemos llegar mucho más lejos para evitar la corrupción en las filas políticas. Como ejemplo de la escasa efectividad de estas leyes, el autor pone de ejemplo a EEUU, país que cuenta "con excelentes leyes de transparencia" y que a su vez ha sufrido no pocos casos de corrupción política; desde el estado de Illinois donde se "ha metido en la cárcel a la mitad de sus gobernantes en los últimos 40 años"  hasta el estado de Connecticut  que "tiene una gloriosa tradición de meter alcaldes y gobernantes en la cárcel por motivos bien variopintos"

En opinión del autor esto sucede por dos motivos: "Primero, aunque las cuentas de todas las administraciones públicas son fácilmente accesibles y sorprendentemente fáciles de leer (es mucho más fácil de leer información sobre las cuentas estatales o federales americanas que presupuestos españoles), la inmensa mayoría de los votantes y medios de comunicación no les presta demasiada atención" Sencillamente porque "son esencialmente inavarcables" Y continúa. "Incluso un estado relativamente pequeño como Connecticut tiene un presupuesto anual de 20.000 millones de dólares; aun sabiendo donde mirar, encontrar basura es rematalmente difícil"

Para Senserich el principal motivo de que la corrupción exista es el entramado político ya creado. "La corrupción no es sólo el resultado de la debilidad de unas pocas manzanas podridas. A menudo es, lisa y llanamente, una simple cuestión de incentivos; cometer actos ilegales es una decisión racional". Y expone el ejemplo del insidioso triángulo formado por las cajas de ahorros, los políticos municipales  y las inmobilarias:

"El político utiliza las cajas para ayudar al empresario de la construcción que está haciendo un gran proyecto urbanístico que va a cambiar el pueblo. El empresario a su vez dona dinero al partido del alcalde, le da regalos y demás, mientras la caja de ahorros da préstamos blandos a todo el mundo, porque oye, todos vamos con buenas intenciones. Si el político, en plena burbuja inmobiliaria, tuviera la peregrina idea de plantearse, el empresario se quejaría amargamente, veríamos tránsfugas muy decepcionados con eso que la caja de ahorros no les da hipotecas y un empresario quejándose que el alcalde no le dejara crear puestos de trabajo en el pueblo. La decisión más racional, para alguien que aprecia su supervivencia política, es tragar con lo que viene

Por lo tanto, para evitar la corrupción política no basta con que los votantes puedan leer o no sobre las cuentas de los partidos o contratos públicos. " Los votantes no están para leer presupuestos en un día bueno, y son capaces de aplaudir con las orejas al adalid del desarrollismo burbujil en eun día malo. Los políticos, mientras tanto, pueden vivir en un mundo de luz y taquígrafos y seguir decidiendo actuar de forma ilegal porque tienen todos los incentivos para ello".

Y autor concluye que para reducir los casos de corrupción, eliminarlos es prácticamente imposible, "no podemos limitarnos a aprobar una ley de transparencia y confiar en que algún periodista con demasiado tiempo libre encuentre números erroneos en una contabilidad mal ofuscada".

Como alternativas a una ley de transparencia, Senserich propone realizar un mayor control en las instituciuones. "Lo que debemos hacer, primero de todo, es asegurar que las instituciones no crean incentivos para corromperse. Si queremos evitar que un gobernador dé contratos ilegales (....) lo que debemos hacer es quitar ese poder de manos del gobernador". Y finalmente defiende una privatización de la banca. "Si no queremos que los alcaldes usen las cajas de ahorros como una máquina de imprimir dinero, debemos quitarnos de la cabeza eso que la banca pública es una gran idea, primero, y quirtarles cualquier discrecionalidad en políticas de urbanismos después."

 

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