En relación a la decisión ¿Ser solidario con los desconocidos? esta es una opinión de Jordi Cussó Porredón

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Esta es mi opinión de experto

Para ser solidarios, tanto da que los otros sean padres, hijos, hermanos, vecinos, amigos, conciudadanos, extranjeros, conocidos, desconocidos. En el fondo, para ser solidarios, es suficiente con que los otros existan. Ante esto los demás calificativos se convierten en razones secundarias.

A menudo se llama a la gente a ser solidarios con los que están en el paro, ser solidario con los países víctimas de la guerra, del hambre o de cualquier calamidad. Pero algunos se preguntan ¿porqué nos tenemos que preocupar de los problemas de quienes viven en países o de los que conviven unas calles más allá de nuestra vivienda?

 

La solidaridad es una actitud a tener propiamente con los desconocidos, pues tenerla con los conocidos se denomina amistad. Descubrimos motivaciones diversas en el hecho de ser solidarios: se es solidario por altruismo, sin más, o por el interés que nuestra acción solidaria revierta en un bien para nosotros, o porque vamos todos en el mismo barco y si nos hundimos unos nos hundiremos todos, o por sensibilidad y compasión con los débiles y necesitados aunque no sienta tener nada en común con ellos, etc. Pero la razón más profunda para ser solidario es que el otro existe igual que yo.

 

Soy solidario con ese otro, sea quien sea ese otro, porque existe como yo. La solidaridad tiene una base existencial. Nadie es del todo extraño a mí, será o no conocido, convivirá conmigo o residirá en algún rincón lejano a mi país, pero no son extraños a mi persona. Porque nada de lo que existe es extraño a mi, ni existe ningún ser humano que pueda ser considerado inferior en dignidad respecto a otro, ya que la dignidad básica provienes del hecho de existir, y eso lo compartimos todos en igualdad de condiciones.

 

Entender esa fraternidad existencial hace que entendamos que nuestra solidaridad no se acaba en la consanguineidad o en unas fronteras políticos-geográficas, sino que se extiende a todos aquéllos que, siendo fruto de la misma historia, se convierten en mis contemporáneos. Tanto da que sean padres, hijos, hermanos, vecinos, amigos, enemigos, conciudadanos, extranjeros, pobres, ricos, conocidos, desconocidos. En el fondo, para ser solidarios, es suficiente con que existan. Ante esto los otros calificativos se convierten en razones secundarias.

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