En relación a la decisión ¿Tener hijos biológicos? esta es una opinión de Raúl Eduardo Martínez Montecinos

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Esta es mi opinión de experto

Para los matrimonios constituidos, el tener o el no tener hijos debieran ser opciones igualmente respetables.

Si preguntáramos a los matrimonios por qué desean tener familia, sus respuestas nos indicarían que habitualmente, (aunque no siempre), los hijos son utilizados, habitualmente con escasa conciencia, para lograr propósitos que son marginales al interés por ellos mismos.

Algunos padres desearán demostrar su potencia sexual, su masculinidad o femineidad; intentarán lograr por su intermedio aquello que como adultos fueron incapaces de obtener; o querrán dar a la vida matrimonial un nuevo aliciente y revitalizarla, o facilitar la reconciliación después de fuertes conflictos, o hacer posible el mantenimiento del matrimonio desgastado, o tal vez les impulse obtener la aprobación social y evitar ser tachados de egoístas, etc.

Probablemente la única razón auténtica y natural para tener hijos, sea que los niños pequeños nos producen emociones especiales: nos agrada su suave piel, su sonrisa, sus formas redondeadas, su torpeza de movimientos, su espontaneidad. Estamos programados por la naturaleza para mantener la especie humana y en cumplimiento de ese mandato nos sentimos impulsados por el deseo sexual primero para relacionarnos en pareja, y luego por el afecto que nos hace sentir algo especial por los pequeños y que nos induce a cuidarlos.

 Si el propósito existencial básico es mantener la especie humana, la mejor opción es reproducirse, lo cual es loable sin duda para muchos; pero si queremos trascender por nuestro propio esfuerzo y aportar nuestra contribución a todas las demás personas, (no sólo ni en especial a la familia), los hijos son menos importantes y nunca imprescindibles. Los pocos matrimonios que han percibido su infertilidad reproductiva como oportunidad para el crecimiento personal, pueden comentarnos que la vida de pareja sin hijos no es amarga, vacía ni incompleta y que tampoco el egoísmo ha hecho presa de ellos; por el contrario, han tenido más tiempo y fuerzas para dedicarse a causas más allá de sí mismos.

 Sin embargo, también es conveniente alertar respecto a la opción de la sola pareja, pues los matrimonios que han decidido no tener hijos, (escasísimos aún en nuestro país), deben enfrentar los desafíos de la convivencia con un compromiso mutuo y con un esfuerzo de todos los días. Ellos no pueden echar mano a los hijos como barreras de contención, ni usarlos como escudos o pretextos para evitar reconocer que la vida en común no tiene sentido. En definitiva, sólo seguirán juntos si el afecto y la comprensión perduran, lo cual es un enorme logro humano. Por todo esto, la infecundidad puede ser el inicio, no de una tragedia sino de una opción de vida plena.

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