En relación a la decisión ¿Equilibrar conocimiento y emoción en la toma de decisiones? esta es una opinión de Victoria Camps Cervera

Imagen de Victoria Camps Cervera

Esta es la opinión del experto

Sí, aunque la cultura clásica separaba lo racional de lo emocional, hoy la psicología, la neurociencia y la filosofía reconocen las importantes relaciones que hay en cada persona entre su mundo de las emociones y el de su raciocinio.
 
 

 
Victoria Camps, en su libro El gobierno de las emociones, plantea que en la actualidad la psicología y las neurociencias están de acuerdo en que no hay razón práctica sin sentimientos, somos seres a la vez emotivos y racionales.
Esta importancia de las emociones se ha hecho evidente en los últimos años, pero el mundo de lo emotivo había sido ignorado o menospreciado tradicionalmente en ciencias humanas. La filosofía clásica llamó “pasiones del alma” a los sentimientos, resaltando así su carácter pasivo, entendiendo que se padecían de forma inevitable, que causaban molestias y daños. La sabiduría y la ética del mundo antiguo eran una forma de reprimir, de controlar, de suprimir las pasiones dañinas, como la ira, el miedo, el odio, la envidia, el rencor... 

En cambio, el pensamiento ético actual se ha abierto a la popularmente llamada “inteligencia emocional” y ya no se conforma con hablar de lo que es bueno hacer, sino también de lo que es bueno sentir. El sentimiento se suele entender hoy en día como algo que permite a cada persona interiorizar como propia la norma moral, asumirla íntimamente. Así extiende la ética su función desde el estudio de las buenas acciones hacia la formación del alma sensible, reconociendo el aspecto afectivo del rechazo que provoca la inmoralidad y el carácter empático de nuestra aprobación moral de nobles sentimientos ajenos. 

Pero ese reconocimiento de la ética emocional cae a veces en el extremo opuesto al tradicional, en una apología de la afectividad que sustituye el reduccionismo racional por un reduccionismo emocional y lo resuelve todo predicando la liberación espontánea de los sentimientos supuestamente puros, dando primacía absoluta al corazón frente al cerebro.
 

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