En relación a la decisión ¿Equilibrar conocimiento y emoción en la toma de decisiones? esta es una opinión de William K. Clifford

No
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Esta es la opinión del experto

No, Clifford separa claramente los datos que apoyan la verdad de una creencia, de las emociones, deseos e intereses que, según él, la distorsionan.
 

 
Clifford pone de relieve el componente emocional de las afirmaciones que hacemos sobre la realidad, la capacidad de los deseos para distorsionar la argumentación y ponerla al servicio de intereses disimulados. A él no le importa, por tanto, la sinceridad del creyente, sino su derecho a “creer” (en el sentido amplio de hacer afirmaciones acerca de las cosas) apoyándose en las pruebas que tiene a favor de su creencia: las creencias serían ilegítimas cuando no se apoyasen en hechos sino en pasiones y prejuicios sesgados.
 
Clifford afirma que hasta el más apasionado de los creyentes debe tener alternativas a las acciones hacia las que le inclinan sus creencias y está obligado a indagar sobre las razones que dan fuerza a sus convicciones. En ese sentido, el creyente ideal de Clifford sería un auténtico pensador, ya que esas afirmaciones sobre los hechos que él denomina “creencias” se obtienen de un proceso racional de análisis de datos objetivos (que además son confirmados o refutados mediante la experiencia).
 
Clifford identifica y separa bien el componente emocional de las creencias cuando señala que el carácter ejemplar de un profeta es una prueba de su honestidad, pero no de que sus doctrinas sean verdaderas, del mismo modo que la alegría y el bienestar que los creyentes obtienen de sus creencias demuestra que éstas son confortadoras, no que sean ciertas.
Fuente citada: Clifford, W. K. (2003) (Ed. Orig: 1877). “La ética de la creencia”. En: W. K. Clifford y W. James:  La voluntad de creer. Un debate sobre la ética de la creencia, Madrid, Tecnos, pp: 91-134

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