Si una persona habita un espacio, es normal que contribuya a mantenerlo limpio y adecuado. Durante siglos, en muchas casas las tareas domésticas se han delegado en personal de servicio, esclavos, o recaía en las mujeres. El siglo XXI marca un cambio, y hay mayor conciencia de la corresponsabilidad que existe en este aspecto. Varones, niños y niñas empiezan a colaborar.
La realización de las tareas de la casa está dejando de ser un signo de desprestigio o menor rango social. No es algo ya alcanzado, pero muchas sociedades se han dado cuenta de la importancia que puede llegar a tener el ámbito de la intimidad casera para lograr una estabilidad interior en las personas. Distribuir las tareas entre los miembros de la familia o los que integran la convivencia puede ser una buena manera de facilitar una vida de mayor calidad para todos.
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