El estadio es un lugar donde muchos aprovechan para desahogar sus emociones, gritando y animando a su equipo. Pero con frecuencia se trata de agresividad, sobre todo contra el árbitro, contra el equipo contrario del propio si cometen errores. La situación empeora si se llena de contenidos racistas.
La cuestión es si dejarse ir a esa emotividad agresiva que sube de nivel, y que en el estadio sintoniza y crece con la de de miles de aficionados más.
La desinhibición que permite el anonimanto de la masa, la efervescencia del juego y la pasión con que se viven algunas actividades deportivas, lleva a que algunos grupos de aficionados cuando no están de acuerdo con la actuación de algunos de los contricantes, utilicen ofensas cargadas de estereotipos y prejuicios para enfrentarse a algunos jugadores contrarios, o bien a la "hinchada" contraria. La ofensa hacia "el otro" resulta común y a veces contagiosa, sobre todo, ante juegos que son de gran importancia para los aficionados.
Para algunos expertos, a veces estas actitudes demuestran además un racismo implícito en la sociedad en general y que aflora en los momentos más extremos y donde los sujetos muestran más sus emociones. Para otros, este tipo de expresiones no implican una actitud negativa per se de la persona, sino que es reflejo de la ansiedad por buscar el triunfo del equipo jugador al que sigue.
-
Tener conciencia de que este tipo de apoyos a los equipos son ofensivos. Considerar que no es adecuado seguir a la mayoría sólo por querer ganar una actividad deportiva, cuando se trata de ofender o afectar a otros.
-
Generar la sensación de que no es "grave" el hecho de ofender masivamente a algunos jugadores y que no tiene consecuencias más que para descargar la energía negativa en el momento. Este tipo de acciones puede aumentar el nivel de tolerancia a acciones negativas frente a otros, ofensas y agresiones.
3 opiniones argumentadas
- Esteve Espelt
- Psicólogo. Experto en comportamiento colectivo