Para orientarnos en la vida y tomar las riendas de nuestro pensamiento, un paso decisivo es tener claro el origen de nuestras convicciones: cómo hemos llegado a pensar lo que pensamos, y quién nos lo transmitió.
Un modo de aclararnos es saber distinguir entre ideas y creencias. Al actuar nos movemos por convicciones entremezcladas, que analizadas o no, solemos defender enérgicamente, por lo que no está de más preguntarnos de qué tipo son.