Ante una urgencia financiera, muchas personas piden un préstamo a sus familiares más cercanos, antes de solicitar un crédito a una entidad financiera. En el caso de los hijos, es muy frecuente que éstos acudan a sus padres para pedirles dinero prestado.
Lo habitual es que los padres quieran lo mejor para sus hijos en todos los ámbitos de la vida, incluyendo el económico. Por eso, cuando surge una situación complicada que requiere de su ayuda económica es normal que estén disponibles, dentro de sus posibilidades.
Hacer un préstamo a un hijo supone, en la mayoría de los casos, renunciar de antemano por parte de los padres a su devolución.
O, en el mejor de los casos, difícilmente se van a cumplir los términos pactados para su devolución. Muchas veces, la renuncia por parte de los padres a cobrar el préstamo se debe a que quieren evitar estropear o romper las relaciones familiares por motivos económicos.
A su vez, la no devolución del dinero prestado pone en riesgo más relaciones familiares que las directas entre los padres y el hijo que ha recibido el préstamo. Aparecen relaciones colaterales, como otros hermanos, que consideran injusta esa situación o la pareja del hijo puede considerar que los padres son exigentes y poco condescendientes.
Todo ello genera una especie de chantaje emocional que lleva a los padres a no exigir la devolución del dinero que han prestado en aras a conseguir una paz familiar.
Una paz que a veces implica volver a dejar dinero, pero esta vez a otro de los hijos que también lo necesita, para evitar que se produzcan situaciones de injusticia que podrían volver a generar un nuevo conflicto.
Por consiguiente en este tema el dilema esta servido.
Si el padre no deja dinero prestado a sus hijos en una situación de apuro económico, creará posiblemente un conflicto familiar y si lo deja, es casi seguro que se producirá también otro tipo de malestar en la relación familiar.
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El motivo por el cual se solicita el préstamo es también un aspecto relevante. Es seguro que no existe la misma percepción por parte de los padres y por parte del hijo respecto de la importancia que tiene ese dinero prestado. Es claro que excepto en algunos casos extremos (un desahucio, una enfermedad, alimentación, etc.), en el resto de casos es discutible el fin para el cual se solicita el dinero.
La percepción y el uso que se le da al dinero para un padre y para un hijo es, casi seguro, totalmente distinta.
Un padre ha tenido que luchar mucho para obtener unos ahorros, y su momento personal le lleva a acumular recursos para poder pasar el último tramo de su vida con una cierta seguridad.
El hijo esta normalmente en un momento expansivo, con toda la vida por delante y sus expectativas de ganar dinero son mucho mayores y más optimistas. El valor del dinero es distinto para cada una de las partes.
Esta diferente percepción del valor del dinero y de la forma de entender la vida es primordial, pues implica que difícilmente padre e hijo puedan entender de la misma forma el porqué y para qué se necesita ese dinero. -
Si finalmente se decide prestar dinero a un hijo se deberá tener claro que:
- Puede que ese dinero no nos sea devuelto. Por consiguiente para evitar males mayores es mejor pensar que es a fondo perdido, ya que difícilmente va a ser posible recuperarlo si el hijo no quiere o no puede devolverlo.
- El padre no debe contar con esa suma para otros proyectos de futuro
- Pueden generarse situaciones de conflicto con el hijo y con el entorno más cercano (otros hijos, parejas de los hijos, etc.)
- Las reuniones familiares se pueden conflictivizar. Se debe evitar sacar el tema en reuniones familiares u otros ambientes y hablar de la devolución únicamente entre los padres y el hijo, para evitar que se envenene la relación familiar.
- Deberá tenerse en cuenta que cuantas más interlocutores existan, más percepciones del valor y el uso del dinero dado al préstamo van a existir y más difícil es llegar a un acuerdo.
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Dado que difícilmente los padres se van a poder negar a prestar dinero a los hijos en situaciones difíciles, es importante tener en cuenta las siguientes sugerencias:
- Ambas partes deben entender y hacerse suyas las percepciones y el valor que la otra parte le da al dinero prestado.
- Debe prestarse el dinero estableciendo siempre un compromiso claro y firme de devolución.
- Deberá instrumentarse un documento que permita acreditar tanto el dinero prestado como las sucesivas devoluciones. Este documento permitirá acreditar la deuda en caso de herencias frente a terceras partes acreedoras distintas de los padres.
- Deberá evitarse forzar la situación en el caso de que los padres no ven claro el préstamo, evitando cualquier chantaje emocional, ya que puede llevar a romper la relación familiar.
- Si existe más de un hijo, los padres deberán ser conscientes que puede producirse una situación de llamada de otros hijos a hacer lo mismo y pedir también un préstamo.
- No se debe prestar dinero si no queda claro y explicitado la finalidad del dinero prestado.
3 opiniones argumentadas
- Concepció Martinez
- Médico y madre de una chica de 29 años
- David Martínez García
- Economista
- Rita Sineiro
- Área de conocimiento, situación personal o aficiones habituales...