Los controles de seguridad en los aeropuertos pueden, a veces, sobrepasar los límites del respeto y la intimidad del usuario. La mayoría los acatamos, a sabiendas de que están vulnerando derechos de la persona, por miedo al castigo o a perder el avión.
Desde las nuevas leyes antiterroristas nacionales e internacionales que casi todos los países fueron aprobando tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, todos nos convertimos en sospechosos. De repente, la ley, que preservaba nuestros derechos más personales, como el que protege la intimidad, permite que los miembros de seguridad de los aeropuertos actúen impunemente saltándose normas básicas. Pero, ¿quién se atreve a rebelarse?
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