Tendemos a identificar la democracia con el deseo de la mayoría, pero ésta es sólo una forma de entender la democracia. La otra forma defiende que la mayoría elige a quien gobierna, pero todos han de ser respetados y defendidos en igualdad, aunque su forma de vida sea diferente al de la mayoría.
El mecanismo de elección de gobiernos y parlamentos tiende a ser confundido con la propia democracia. Son muchos los expertos que afirman que la democracia es sólo una democracia formal si se limita a cumplir lo que decida la mayoría y abogan por una democracia sustancial, en el que por encima de la mayoría haya unos principios, inspiradores de derechos humanos, que serían sagrados y que nadie, ni siquiera una mayoría, puede contravenir: entre ellos, el principio del respeto a la pluralidad.
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La falta de participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones y en las deliberaciones de las políticas públicas ha hecho que los ciudadanos de los sistemas democráticos limiten su participación a las elecciones periódicas, confundiendo así los comicios con la democracia en sí, y otorgando un valor excesivo a la formación de mayorías. Esta situación, llevada a ciertos extremos, resulta perjudicial para el desarrollo y la vida de las minorías.
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El respeto a las minorías aumenta la conciencia social sobre la pluralidad y a diversidad sociales y, por tanto, el respeto al propio grupo.
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Cabe estar atento a las políticas públicas que se aplican desde el poder y alinearse en contra de ellas cuando no tengan en cuenta a las minorías, pues ellas tambien forman parte de la soberanía popular.
Opiniones argumentadas
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