Una decisión importante en la vida afectiva y hasta social es tener una pareja estable, y dentro de ella, una posibilidad más es si convivir, o compartir solamente los fines de semana, con menor nivel de interacción y roce.
Las edades, las situaciones que cada persona tiene que vivir, las características psicológicas, la historia personal, los hijos si es que los hay, las distancias al trabajo y muchos factores más, hacen que algunas personas que tienen una pareja, aunque sea esta estable, consideren la posibilidad de vivir juntos todos los días o solamente los fines de semana. Una decisión como ésta requiere de un discernimiento honesto y de descifrar todos los elementos que hacen que las personas sean más o menos felices.
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La convivencia es siempre un desafío. Los frenos para tomar la decisión de vivir con otra persona dependen sobre todo de la calidad de la relación y el nivel de compromiso de la pareja. Los frenos pueden venir del miedo a desajustarse tanto que se dañe la relación, el temor a perder la autonomía de cada uno, otras ocupaciones y ritmos cotidianos.
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Las consecuencias de compartir los fines de semana o vivir juntos están relacionadas con cambiar el estilo de vida, adaptarse completamente a la otra persona, sus costumbres, ritmos, gustos. Vivir con la otra persona es compartir todos los espacios y por ello compartir también el control.
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Para tomar esta decisión se sugiere conversar todos los puntos, no precipitarse y hacer pequeños ensayos o pruebas. Es mejor ir lento pero poderse adaptar sin problemas que terminar una relación por forzar las situaciones.
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