En relación a la decisión ¿Dar dinero a campañas humanitarias internacionales? esta es una opinión de Luis Aranguren

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Esta es mi opinión de experto

Si bien el especialista no plantea directamente un rechazo a la donación de dinero a causas internacionales, critica la solidaridad que nace como espectáculo para la ayuda a comunidades de otros países cuando se genera bajo una falsa estética de bondad.

El filósofo y ensayista Luis Aranguren recuerda que ya a finales del siglo XX algunos cantantes y grupos musicales famosos compusieron y lanzaron al mercado canciones cuyos beneficios iban a parar a "causas" y "campañas" de tipo solidario a nivel mundial ("We are the world, we are the children" constituye el canto paradigmático de aquellos años); a este tipo de acciones aisladas acompañaron más tarde festivales y espectáculos cuyo reclamo para la asistencia a los mismos era la colaboración en gestos solidarios.

 

 Para el experto, a la ética de la solidaridad le siguió la falsa estética de la solidaridad o la solidaridad como espectáculo. "Inmersos en la cultura posmoderna, la solidaridad se convierte en artículo de consumo cuya compra-venta varía en función de los dictados de la moda del momento; nuestro momento, por otro lado, es de auge de la moda solidaria", señala

 

La pasión por este consumo solidario es evidente según el experto y agrega que sus beneficios no radican tanto en el valor de la solidaridad en sí mismo, sino en el valor de cambio que supone para el individuo consumidor (prestigio, status social, etc). En este sentido, coloca como ejemplo que no pocas empresas sacan a la luz (en sus tablones informativos) las listas de los trabajadores que "voluntariamente" donan parte de su sueldo para fines benéficos.

 

Según el autor, para este tipo de solidaridad no existen conflictos sociales, tan sólo desgracias ocasionales. De esta manera las campañas que a veces se gestan en torno a este tipo de solidaridad como espectáculo enmascara los problemas sociales, políticos y económicos de fondo provocando reacciones emocionales y sensación de utilidad; pero brilla por su ausencia un mínimo análisis crítico de la realidad y, por ende, la posibilidad de toma de conciencia y de movilización contra la injusticia.

 

 "Estamos ante un tipo de solidaridad compañera de viaje del hedonismo y del carpe diem frívolo que plantea vivir apasionadamente el momento sin más pasión que el consumo efímero de fragmentos placenteros. La realidad social son las ascuas de la hoguera que debemos atravesar deprisa y corriendo para que no nos quememos; vivir sin complicarse la vida. En este contexto, la solidaridad no puede ir acompañada de lucha por la justicia, sino, antes bien, son necesarios los festivales, el rock, la participación de famosos, el bullicio y un precio módico que haga posible la participación pasajera en un evento de carácter solidario", puntualiza.

 

 Desde este punto de vista, más que realizar una acción solidaria se consume solidaridad en un horizonte socio-político de mantenimiento absoluto del desorden establecido. La televisión, destaca como ejemplo, ha sustituido a la calle, a la fábrica o a la Universidad como lugar de ejercicio de la solidaridad.

 

"A la solidaridad promovida por las campañas les une el referente de la denominada ayuda humanitaria, una ayuda que -en rigor- no resuelve los problemas ni sus causas estructurales, pero atiende a lo urgente. La ayuda humanitaria se asemeja a un servicio de urgencias voluntarioso y cada día mejor equipado pero que se encuentra muy limitado. Pero no olvidemos que el servicio de urgencias no puede, por sí solo, evitar la llegada de más y más víctimas, porque no cuenta con mecanismos de prevención. Y tampoco dispone de los necesarios para la curación. Evita muchas muertes, pero no todas, y no puede dar de alta a los pacientes para que vuelvan a casa. La ayuda humanitaria se asemeja a Sísifo llevando su carga -esta vez en forma de ayuda- a lo alto de la montaña, para volver una y otra vez a subir la misma montaña con la sensación de cansancio, hastío e impotencia ante el drama que no cesa. En este sentido, hemos de reconocer que la acción humanitaria no puede por sí sola resolver ninguna crisis", destaca.

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