En relación a la decisión ¿Participar en grupos religiosos de asistencia social? esta es una opinión de Malena Becerra Solá

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Esta es mi opinión de experto

La asistencia social tradicionalmente ha sido adjudicada a las diferentes comunidades religiosas. Sin embargo, las prácticas realizadas desde estas instituciones han sido motivadas por la idea de beneficencia y, en muchas ocasiones, con una voluntad de captación de feligreses.

Malena Becerra junto con Natalia Becerra (Escuela de Estudios Hispanoamericanos – Consejo Superior de Investigaciones Científicas) en un estudio que realizaron sobre la Intervención Social en la Argentina de los años 30, responden con el siguiente punto de vista.
 
Aunque las actividades de carácter religioso en el campo de la asistencia social siguen existiendo, la responsabilidad de atender a las necesidades de la población, a partir de la formación de los Estados modernos, ha recaído cada vez más en los actores institucionales ligados a la función pública. Es el caso de la asistencia social que, aunque tiene sus fundamentos en las actividades religiosas de atención a los más necesitados, se ha ido desarrollando en el marco de un entramado de profesionalización en el que han participado diferentes actores sociales, entre ellos el mundo académico, los diferentes gremios profesionales y la administración pública, estableciendo bases fuertes desde las cuales se realiza este tipo de intervención social en la actualidad. 
 
Las autoras buscan las raíces históricas de este fenómeno en el caso de los países latinoamericanos -herederos de los procesos de secularización europea- en la amplia difusión de los principios de la economía liberal que supuso el inicio de la valoración de la importancia económica de la población y la necesidad de instaurar prácticas que asegurasen su reproducción y conservación. Afirman que este proceso atendía no sólo al control social de la población sino también a la necesidad de mejorar la calidad de vida de ésta como medio necesario para el desarrollo del capitalismo y el control de los conflictos, con el fin de asegurar el orden social. Simultáneamente la difusión del positivismo como doctrina científica válida permitió generar un conjunto de saberes y de procesos de formación que fueron organizando las actuaciones asistenciales y la profesionalización de las mismas.
 
En la actualidad frente a la moralización y disciplinamiento de los sectores populares adelantados por las confesiones religiosas, el hecho de situar la asistencia social en el ámbito de las responsabilidades públicas abogaba por un principio de derechos de ciudadanía por los cuales el Estado, como su máximo representante, debe velar. Esto no significa que las autoras estén en contra de la intervención por parte de comunidades religiosas en la asistencia social o de la participación de las personas en dichas actividades, pero sí que los procesos de gestión de la población están sostenidos mayoritariamente por un aparato institucional que les da una legitimidad académica, profesional y legal que les son propios debido al carácter laico de la mayoría de los gobiernos en la actualidad. Por lo que las prácticas de asistencia social deben ser exigidas a las autoridades públicas como deber de los gobiernos hacia la ciudadanía.

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