En relación a la decisión ¿Renunciar a mi identidad para integrarme? esta es una opinión de Francesc-Xavier Marín i Torné

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Esta es mi opinión de experto

Basándose en la idea de la convivencia multiidentitaria e intercultural, Marín considera necesario un conocimiento mutuo entre los miembros de diferentes culturas y una nueva “alfabetización” cívica basada en el respeto como fundamentos de la integración.

“La identidad cultural proporciona un anclaje para la autoidentificación de las personas, la seguridad de una pertenencia estable necesaria para la construcción de una identidad con sentido y de una capacidad de interacción saludable con el entorno. Pero, al mismo tiempo, esto significa que la imagen que uno se forma de sí mismo está directamente vinculada a la estima-rechazo que merece su grupo etnocultural (Esquirol, 2005) (Kymlicka, 1996: 129 y ss.).
 
(...)
 
La interculturalidad implica profundizar en las problemáticas de la interacción y asimetría entre culturas, la inconmensurabi­lidad de las culturas, la comprensión y el respeto a los demás, la explicitación de los valores y normas que están en juego cuando las culturas entran en contacto... (Berstein, 1991). No se trata simplemente de la apertura necesaria para el acuerdo recíproco, de la escucha mutua que reclama el respeto mínimo entre los interlocu­tores, sino de arriesgarse a entrar en una dinámica de mutuo condicionamiento y de análisis autocrítico que queda perfectamente reflejado en la expresión “recons­trucción” (Ferry, 1996). 
 
Por eso la ética intercultural (una ética reconstructiva) exige un permanente ejercicio de aprendizaje que se concreta en:
 
1  La implementación de los mecanismos que favorezcan una auténtica comunicación entre las culturas, sin dominaciones ni subordinaciones, en plano de igualdad. No es legítimo hablar de integración si los individuos-grupos-culturas están yuxtapuestos, sin vínculos verdaderos entre ellos; por eso, más que preguntarnos sobre cómo integrar a las demás culturas a nuestros modelos, deberíamos preguntarnos qué hacer para conseguir una humanidad verdaderamente integrada.
2  Por tanto –dado que la empatía que reconoce las especificidades propias de cada cultura no tiene como objetivo el mestizaje sino la aceptación y la comunicación (Todorov, 1988)–, el tratamiento de la diversidad cultu­ral debe enmarcarse dentro del reconocimiento de los derechos humanos como principios inexcusables, fundamentales y universales que han de dirigir la gestión del proceso de acomodación (An-Naam, 1992).
3  La salud de las sociedades plurales depende de su capacidad para articu­lar el sentido de la identidad en adaptación permanente y, a un mismo tiempo, la disposición al desarrollo de una “alfabetización cívica” que promueva una conciencia ética orientada a defender la con­vivencia y a promover la participación de todos.
4  Esta propuesta de establecimiento de una “solidaridad moral” alrededor de la pluralidad cultural significa un cambio de percepción basado en la confianza depositada en las posibilidades de cada ser humano (Josipovici, 1999; Luhmann, 1996; Sarraute, 1950; Naval, 2001; y Medina y Rodrigo, 2005). Y esta confianza básica está estrechamente vinculada a las condi­ciones que hacen posible la convivencia. Urgen agentes sociales con gran capacidad de empatía como forma deliberada de confianza o, para decirlo con la expresión técnica, capaces de reconocimiento”.
 
Fuente: Marín i Torné, Francesc-Xavier. «Interculturalidad:Solidaridad moral y alfabetización cívica». Comunicación 5 (2007) 391-403.

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