En relación a la decisión Donación de órganos, ¿hacerlo post-mortem? esta es una opinión de Jorge Ubeda

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Esta es mi opinión de experto

Donar órganos post-morten es un gesto de solidaridad que se puede deber o bien al donante que así lo expresó como última voluntad o bien a sus familiares que toman una difícil decisión en un momento de máximo dolor.

 
España es uno de los países con el mayor índice de donación voluntaria de órganos para transplantes. Buena muestra de ello es la Organización Nacional de Transplantes que gestiona y coordina una tarea impresionante con unos índices de éxito esperanzadores. Fijémonos, un momento, en lo que significa tal donación, sobre qué suelo se asienta y qué reflexiones sobre el ser humano suscita.
 
La donación de los propios órganos post-morten se funda en un gesto solidario basado en una empatía básica: la necesidad de un órgano vital para seguir viviendo es una situación que cualquiera podría vivir. Podemos imaginarnos a nosotros mismos, sin un gran esfuerzo, en tal situación y seríamos capaces de experimentar la angustia por la espera de un órgano generosamente donado, la esperanza por su llegada y la alegría por su inserción exitosa en nuestro maltrecho cuerpo. Bastaría hacer este ejercicio de empatía para apuntarse, casi sin dudar, a la lista de donantes post-mortem o para dejar testado que tal donación queremos que forme parte de nuestra última voluntad.
 
Pero esto no significa que la decisión no dibuje interesantes líneas de reflexión: 
 

  • ¿Qué relación guardan mis órganos lo que soy yo? ¿Acaso no portan mi material genético y las huellas de lo ya vivido? Si mis órganos no son apéndices de mi yo, sino elementos relacionales de un sistema que sin estos elementos no podría vivir pero que, al mismo tiempo, el sistema los supera como tales, entonces, ¿hay algo de mí que comenzará a vivir en otro? ¿Y, ese otro, qué empezará a ser cuando mi corazón lata en él, mis riñones limpien con eficacia su sangre o mis córneas le permitan volver a mirar con nitidez el mundo? Jean Luc-Nancy, filósofo francés, en su libro El intruso se ha hecho estas preguntas. No es un libro de fácil lectura pero sí de sugestivas reflexiones. El propio Nancy sufre un transplante de corazón que le somete a intensas experiencias de rechazo autoinmune en el que experimenta cómo su cuerpo lucha contra el corazón extraño y cómo tienen, los médicos, que luchar contra su cuerpo para que el corazón intruso se adapte al cuerpo de Nancy y le permita seguir viviendo. 
  • Otra posible reflexión es a la que se pueden ver abocados todos aquellos que mantienen la creencia en una pervivencia más allá de la muerte, incluso aquellos que consideran que tal vida significará una resurrección del cuerpo. No voy a entrar en juzgar tales creencias aunque sí me atrevo a sugerir lo siguiente:
  • Los que creen en reencarnaciones y demás no tendrán problema en admitir los transplantes dado que consideran que todo lo vivo es expresión de la única realidad viva existente por lo que a la hora de la muerte poco importa de quiénes sean los órganos que portan.
  • Judíos y cristianos que crean en la resurrección del cuerpo tampoco entiendo que tengan que tener problemas con la donación de órganos dado que en ninguna de sus escrituras se dice que el ser humano vaya a resucitar con el cuerpo actual, sino que se utiliza una noción -teológicamente críptica- de cuerpo glorioso. Es decir, una forma corporal sublimada o superada. Por tanto no hay que temer nada por los órganos propios que quedaron en otras personas. De hecho, tal donación de vida a otros parecería una forma más de amor al prójimo que es, como dice el Talmud, otro como tú. 

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