En relación a la decisión ¿Apoyar la creación de un Estado Federal? esta es una opinión de José Lázaro

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Esta es mi opinión de experto

Sí: un Estado Federal significa fijar unaS reglas fijas para articular lo común y lo diverso. El modelo español de las autonomías ha resultado ser un chalaneo para arrimar cada uno el ascua a su sardina.

Los individuos, como los grupos cohesionados, compiten entre sí para lograr el máximo de ventajas con el mínimo de costes. Cuando esa competición se produce en un marco jurídico claro, estable y sensato, que fija unas reglas de juego comunes para todos los jugadores, el resultado es una dinámica libre de deseos e intereses que puede resultar muy productiva y enriquecedora. El problema surge cuando las reglas no están claras y se van adaptando en cada momento a las conveniencias particulares del grupo que en ese momento tiene el poder. Y eso es lo que ha ocurrido en España, desde 1978, con las vergonzosas relaciones entre el Estado Central y los Gobiernos Autonómicos.
 
Los individuos interaccionan entre sí guiados por el orgullo y el deseo, las dos grandes fuerzas determinantes de la conducta humana. Siempre buscamos lo que nos refuerza, lo que gratifica nuestro yo y nos reafirma en lo que somos: eso, en un sentido genérico, es el orgullo. También buscamos lo que nos alimenta, lo que nos apetece conseguir y nos da placer cuando lo conseguimos: eso es lo que, en un sentido amplio, denominamos deseos.
 
Las comunidades que han desarrollado una identidad colectiva (incluidas las comunidades autónomas del Estado español, cuyos dirigentes se han dedicado, por encima de todo, a construir en ellas identidades específicamente diferenciadas), funcionan en gran medida como los individuos, sobre la base del orgullo y el deseo colectivo: por eso el nacionalismo es básicamente el narcisismo de la masa y por eso la codicia y la envidia se exhiben sin el menor pudor cuando se reivindica un AVE y un Museo de Arte Contemporáneo en cada comunidad, porque solo faltaría que los murcianos (o los gallegos, o los extremeños) no tengamos lo que tienen los catalanes (o los madrileños, o los vascos). El gran problema político de la España actual es que se han constituido 18 “castas político-económicas” (últimamente denominadas “élites extractivas”), una estatal y 17 autonómicas, dedicadas todas ellas a estimular el orgullo y el deseo de sus respectivas parroquias para exprimirlas mejor.
 
La multiplicación vertiginosa que en las últimas décadas se ha producido del número de instituciones repletas de Altos Cargos y funcionarios auxiliares ha significado un crecimiento desmesurado del aparato estatal que supone una presión fiscal cada vez mayor para alimentar instituciones parasitarias con multitud de gastos innecesarios y no pocos pozos de corrupción. El problema se agrava porque el reparto del botín entre la casta estatal y las autonómicas se produce a golpe de negociaciones en cada legislatura, dependiendo exclusivamente de los apoyos parlamentarios que en cada momento necesiten unos u otros.
 
Ante semejante panorama, no es raro que la población muestre un desprecio hacia la clase política y la élite económica cada vez más agresivo. Y no es raro que se plantee una organización federal en la que las 17 comunidades se reduzcan a siete u ocho y las competencias de cada una de ellas queden fijada desde el primer momento y no sean objeto de mercadeos año tras año. El gran problema para la realización de ese proyecto es que los miembros del grupo dirigente que deberían realizarlo son los beneficiarios directos de que no se realice.

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