En relación a la decisión ¿Consumir menos tecnología? esta es una opinión de José Lázaro

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Esta es mi opinión de experto

Sí, la tecnología ha llegado a convertirse en un amigo traidor que nos promete la felicidad y nos conduce hacia la frustración.

Es sorprendente la facilidad con la que confundimos los fines y los medios. Nos entusiasmamos tanto con el coche que olvidamos la ciudad hacia la que habíamos partido. Nos hechiza de tal modo la pantalla que ignoramos a la persona que deseábamos ver en ella. Nos fascina tanto el móvil que le dejamos interrumpir cualquier conversación íntima. El gran peligro de la tecnología es que en lugar de iluminarnos nos deslumbre.
 
Se ve perfectamente en las consultas médicas: el enfermo sale con una larga serie de datos analíticos, placas radiográficas y pruebas de laboratorio, asombrado por la cantidad de información que el médico tiene sobre su organismo y por la profunda ignorancia que muestra sobre su vida, sus emociones, sus deseos… Los mecanismos del cuerpo revelan hasta su último secreto a la moderna tecnología sanitaria, mientras que los pacientes se lamentan de que su médico no les mira a la cara porque está siempre mirando a la pantalla del ordenador, no les llama por su nombre porque lo desconoce, no les saluda en el pasillo porque ni los reconoce.
 
La técnica es una maravillosa construcción de la especie humana; consiste en aplicar la ciencia (otro recurso que desconoce el resto del zoológico) para crear instrumentos que aumenten la riqueza de nuestra vida, poniendo a nuestro alcance la posibilidad de hacer cosas en las que nunca llegaron ni a soñar nuestros abuelos. El peligro está en que la fascinación producida por el juguete llegue a hacer olvidar el sentido del juego. No es un riesgo teórico ni mucho menos es nuevo. Cada vez que un espíritu creador ha realizado un descubrimiento importante se ha encontrado con una fuerte tentación de utilizarlo para hacer todo lo que podía hacer… y después cosas que estaban claramente fuera de su alcance. Por eso los pensadores que elaboraron una nueva teoría realmente valiosa (el positivismo, el marxismo, el psicoanálisis…) tras comprobar los hallazgos deslumbrantes a los que daba lugar, se dejaron irremediablemente deslumbrar más de la cuenta y acabaron empecinándose en aplicarla a territorios en los que era inaplicable, con desastrosas consecuencias.
 
Ahí reside el peligro de la tecnología: en la embriaguez megalómana que suelen provocar sus triunfos; en la tentación de pensar que su potencia es omnipotente; en la confusión de lo placentero y lo satisfactorio. Porque la tecnología es un maravilloso instrumento cuando se pone al servicio del auténtico proyecto existencial de un ser humano, sea del tipo que sea: artístico o empresarial, deportivo o económico, espiritual o político. La tecnología incrementa las posibilidades de lograr nuestros auténticos objetivos. Pero a veces resulta tan embriagadora que nos hace confundir el objetivo con la herramienta para conseguirlo y el resultado de esa confusión es siempre el mismo: nos convierte en patéticos servidores de nuestros propios instrumentos.

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