En relación a la decisión ¿Visitar páginas pornográficas? esta es una opinión de José Lázaro

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Esta es mi opinión de experto

Sí, la pornografía es el triste consuelo que les queda a los que han fracasado por partida doble: han sido incapaces de lograr un placer sexual auténtico y ni siquiera han logrado imaginar sus propias fantasías compensatorias.

Quizá el aspecto más chocante de la sexualidad humana está en la combinación de lo más básico y lo más sofisticado. Por una parte, el deseo sexual tiene una base fisiológica tan simple como el mecanismo de una olla a presión: cuanto más se calienta la olla, más fuerza hace el vapor acumulado en su interior para encontrar una salida al exterior. Por otra parte, esa fuerza libidinal primaria se combina en la mente humana con muchos tipos de imágenes que dan lugar a las fantasías sexuales más variadas, más complejas, más sofisticadas, más exquisitas o más brutales. Por un lado, la energía feroz y primitiva de la naturaleza en busca de descarga.
 
Por otro, todo el mundo simbólico del deseo capaz de revestir esa energía con imágenes y con escenas que dan lugar al fascinante e inabarcable laberinto de las prácticas eróticas más diversas, más retorcidas, más imaginativas, más enigmáticas. Urgido por su energía animalesca, el sujeto humano la reviste de imágenes recordadas, deformadas e inventadas (todo a la vez) y el resultado se llama “deseo”. Como el deseo requiere un objeto externo para poder realizarse, el sujeto lo busca en el entorno que le es accesible: si lo encuentra, procura conquistarlo; si lo conquista, las fantasías del deseo intentan hacerse realidad, con mejor o peor resultado. Cuando el sujeto deseante no logra acceder al objeto deseado vive su primera, dolorosa frustración. El consuelo inmediato es la fantasía compensatoria, la realización imaginaria de las escenas que el sujeto hubiera preferido realizar de forma material.
 
Cuando el sujeto frustrado no es capaz ni siquiera de elaborar sus propias fantasías compensatorias acude a la pornografía: ese almacén de fantasías sexuales prefabricadas que, con un nivel estético ínfimo, una estructura narrativa pedestre y una desidia abiertamente comercial, le ofrecen al sujeto dos veces frustrado fantasías congeladas de ínfima categoría pero a precio de saldo. Por eso no se debe despreciar la pornografía: es el mendrugo de pan viejo al que tiene que recurrir el que no ha sido capaz de conseguir una langosta, y ni siquiera una hamburguesa. El principal argumento contra la pornografía es que su imagen de la sexualidad carece de todos los componentes afectivos y personales que requiere una buena relación erótico-amorosa. El argumento es cierto, pero irrelevante: también se podría aplicar a las novelas de Corín Tellado si las comparamos con "Romeo y Julieta". Pero es que Corín Tellado es precisamente el burdo consuelo del que pueden disfrutar los que nunca lograrán elevarse hasta el nivel intelectual que permite disfrutar de una obra de Shakespeare.

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