En relación a la decisión ¿Aceptar una factura sin IVA? esta es una opinión de José Luis González Quirós

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Imagen de José Luis González Quirós

Esta es mi opinión de experto

Con las excepciones que la ley contempla en determinados casos, argumentaré que aceptar una factura sin IVA es escasamente inteligente, a largo plazo, y poco ético, en cualquier caso, porque contribuye a que tenga apariencia de respetabilidad algo que no debiera serlo, la economía sumergida.

Respecto al primer punto diré que la existencia de una economía al margen del fisco es algo que contribuye a que la sociedad sea más injusta y menos solidaria porque algunos pretenden excluirse de la servidumbre universal que nos liga a todos con Hacienda, con todos los demás cuando la cosa esté bien llevada. Me parece evidente que, al menos en parte, la economía sumergida existe, precisamente, porque la presión fiscal es muy alta, de manera que se podría decir estamos ante un círculo vicioso, aunque este argumento no debiera servir de excusa, entre otras cosas porque el supuesto remedio que sugiere resulta ser peor que la enfermedad.
 
De cualquier manera, aceptar que un profesional nos pase un recibo o una factura sin IVA con la excusa de que de esa manera nos sale más barato me parece poco inteligente. El que pretenda ahorrarnos el esfuerzo fiscal lo que está haciendo es cargarlo doblemente a nuestra cuenta porque al no tributar por ese ingreso está haciendo que la carga impositiva que corresponda a cada cual sea proporcionalmente mayor. Por otra parte, una factura sin IVA, salvo los casos que la ley establece, por ejemplo en educación, no vale para nada, de manera que es completamente inútil pedirla. No es verdad que el servicio con el IVA pudiera salir más caro. Lo que ocurre es que el profesional cobra lo que puede y no paga el IVA, mientras que si incluyese el IVA no podría cobrar más, de modo que sus ingresos serían algo menores. Al menos en teoría, el profesional que encareciese sus trabajos se situaría fuera del mercado, de manera que lo que debería hacer es incluir el IVA en el monto que entiende puede aceptar el cliente, y llevarse lo mejor que pueda con Hacienda.
 
Una sociedad de tramposos, a la larga, es siempre más cara, más insegura y menos eficiente: ser un listillo no tiene futuro, me parece. Desde el punto de vista ético, además de lo que pueda ser criticado por ser una falsedad, una mentira, está el hecho de que contribuir a que no se paguen impuestos es extender la desigualdad y, lo que es más grave, desde mi punto de vista, fomentar la idea de que el dinero público y el dinero privado son dos realidades enteramente distintas. Una sociedad que no comprende que todo gasto público se hace a costa de sacrificios de ciudadanos privados, directa o indirectamente, es una sociedad que vive engañada sobre la naturaleza del poder político y sobre la función de las instituciones públicas.
 
En resumen, hay que exigir a quienes nos venden productos o nos prestan servicios que incluyan el IVA en su factura, cualquier otra práctica es un engaño sin justificación. En realidad, los ciudadanos debiéramos exigir que los precios de los productos se nos ofrezcan sin impuestos para hacernos más conscientes de que pagamos y de lo mucho que pagamos. Un país, como ocurre en España, en el que los impuestos son casi completamente opacos, en que no sabemos lo que pagamos a Hacienda al comprar el pan o la gasolina, o al recibir la nómina mensual, es un país expuesto al populismo, a la demagogia y al engaño, y debiera ser del interés de todos tratar de impedir que ese tipo de conducta política prospere. En este tipo de cuestiones, los supuestos beneficios a corto plazo son perjuicios ciertos y más gravosos a plazo medio y largo.

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