En relación a la decisión ¿Apoyar la creación de un Estado Federal? esta es una opinión de José Luis González Quirós

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Esta es mi opinión de experto

Suponer que los problemas y las tensiones territoriales que afectan a España y a los españoles se resolverían con un Estado federal es un ejercicio de política ficción porque la fórmula federal, perfectamente irreprochable en teoría, debe ser adaptada a cada caso y eso no es nada sencillo.

Dicho de una manera muy directa, un Estado federal podría resolver problemas que no tenemos y no sirve para resolver los problemas que sí tenemos. La fórmula tiene todos los inconvenientes de cualquier fórmula política, a saber que se supone que funciona sola, pero no es ese el caso, ni aquí ni en parte alguna. Las comunidades políticas resuelven sus problemas partiendo de acuerdos básicos que se plasman en la Constitución y en las leyes, o no, como en Inglaterra, donde la vida política se rige por una serie de pautas que no están escritas pero todos respetan, pero la mayoría de las supuestas fórmulas exigen un acuerdo previo sobre su vigencia y su funcionamiento que es lo que aquí no tenemos, o, mejor dicho, existe en teoría, pero son legión los que no lo respetan casi en nada.
 
En ese sentido la fórmula federal es un pretendido bálsamo de Fierabras que ha funcionado muy bien en los países en que el federalismo ha respondido a una evolución histórica determinada, pero nunca se ha implantado el federalismo en un país para resolver un problema que no se sabía cómo resolver. El federalismo resuelve, en efecto, los problemas de excesiva centralización, pero hace mucho que nosotros ya no tenemos esos problemas; el Estado Autonómico vigente en España resiste perfectamente la comparación con cualquiera de las fórmulas federales que existen a lo largo y lo ancho del mundo, porque somos, de hecho, uno de los Estados más descentralizados que se pueda concebir.
 
El federalismo no resolvería, por sí mismo, el problema que sí tenemos que es el de la deslealtad a una serie de normas o costumbres comunes a todos los españoles con la que actúan muchas fuerzas denominadas nacionalistas y otras que no se denominan así, pero tampoco tiene la intención de someter sus intereses a los intereses generales de la Nación. Esta deslealtad a un proyecto común, se percibe con claridad en el día a día, de manera que no hay que argumentar a favor de su existencia. Normalmente se presenta como exigencias de determinadas sociedades, por ejemplo, los catalanes o los vascos, pero también los canarios, los valencianos o quienes haga falta, aunque en realidad representa la manera de ganar el voto que tienen en sus circunscripciones los partidos regionalistas o nacionalistas.
 
Aunque constituya un auténtico fraude político, lo que hacía decir al Doctor Johnson que el patriotismo es el último refugio de los canallas, la apariencia de la fórmula es irreprochable porque nadie está, normalmente, en condiciones de preferir a los ajenos en lugar de a los propios, de manera que el nacionalismo se acaba por convertir en una negación de la política en el sentido ordinario (nada se discute cuando se cree que está en juego el interés común) y crea una dinámica de exclusión y de fabricación de un enemigo a nuestra conveniencia. Pues bien, si en España existe ese problema, es claro que no puede arreglarse con una fórmula política que se basa en una igualdad y en una delegación de funciones con lealtad hacia el poder federal. Antes de pensar en tamaña maravilla, tendríamos que ocuparnos de resolver los problemas de enfrentamiento e insolidaridad creados por las dinámicas nacionalistas y/o regionalistas. Por eso ha sido frecuente que quienes proponen el federalismo en España se hayan apresurado a postular un federalismo asimétrico, por ejemplo, que es una figura casi tan estrafalaria y contradictoria como la de la nación de naciones de la que otros han hablado.
 
Se engañan los que puedan pensar que la solución de los problemas pueda encontrarse en fórmulas prêt-à-porter, cuya mera adopción fuera capaz de llevarnos al Paraíso. No es así, siempre es necesario hacer política, buscar acuerdos, realizar concesiones, y buscar soluciones que no tienen que encontrarse en un manual de Derecho Político, mucho más si se escribió hace décadas en alguna de las lenguas que no se hablan habitualmente entre nosotros. Si hay acuerdos podrá haber soluciones, si no, no.

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