En relación a la decisión ¿Creer que la felicidad existe? esta es una opinión de José Luis González Quirós

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Esta es mi opinión de experto

La palabra felicidad resulta muy equívoca, sobre todo desde que el abuso que de ella se hace en la publicidad, nos ha hecho confundir la felicidad con algo por definición pasajero, con los "momentos felices", el placer, el éxtasis, la repera. Es claro que eso no puede durar, que es insostenible.

A veces se confunde esta cuestión con otra más peliaguda que se refiere a la forma de lograr la felicidad, una vez que se parte de reconocer que la felicidad sea algo más que un estado natural, es decir, cuando se reconoce que, de alcanzarse, la felicidad es un logro. Se trata de la característica tal vez más notable de la vida humana. Ortega decía que el hombre es el único animal que puede deshumanizarse, es decir que consiste en un proyecto que puede fracasar.
 
Hay muchas formas de considerar cuál es ese proyecto y muchas varas de medida al respecto, pero no cabe duda de que la existencia misma de ese problema atestigua que somos, de alguna manera, libres para intentar el éxito a través de ciertas fórmulas, que estas no nos son impuestas y que la reflexión acerca de qué camino seguir en la vida es una de nuestras principales obligaciones para con nosotros mismos, y de ahí pende el que tengamos que decidir quienes y cómo queremos ser. Esta elección está, obviamente, muy condicionada, no puede hacerse en el vacío. A veces se presenta la vida humana como una especie de huída, como una escena de en la que somos perseguidos por cierta adversidad inevitable, es la idea que hay detrás de la expresión que nos presenta como "arrojados a la existencia", sin un libro preciso de instrucciones y sin una ciencia cierta ni sobre nuestra identidad, ni sobre nuestro destino, como frutos de un indomeñable azar.
 
Todo eso es en buena medida así, y forma parte del problema que resolvemos al vivir y que muchísimas personas superan de manera perfectamente solvente, pero de tal forma que ese mismo quehacer es parte de la solución al problema, porque se hace camino al andar. Los moralistas han hecho esfuerzos realmente admirables por ilustrarnos al respecto, por hacernos comprender que hay barreras que no parece que podamos franquear, mientras que hay otras que son menos terribles de lo que aparentan, casi podríamos decir que más ilusorias. El dolor, el fracaso, la misma muerte pueden verse como un obstáculo insuperable o pueden verse como algo que nos pasa pero de forma tal que podemos evitar que nos destruya o nos obligue a ser lo que no queremos ser. Lo dijo, a mi modo de ver, de forma insuperable Epicteto: "no son las cosas las que nos causan dolor sino las ideas que nos hacemos sobre esas cosas", es decir que siempre podemos interponer una barrera de suficiencia y fortaleza entre cualquier mal y nosotros mismos, para que nuestra felicidad no dependa sino de nosotros mismos. Es obvio que abundan los que no lo consiguen, pero también hay quien no sabe demostrar que los números primos son infinitos, y se trata de una verdad incontestable.
 
La felicidad, pues, entendida como un logro, como una vida digna de ser vivida, es algo más que una posibilidad para todos, es algo que todos buscamos y que todos podemos lograr, si bien no a cualquier precio, ni sin contención, renuncias y reflexión. La felicidad no puede consistir en el deseo de lo que no tenemos sino en la libertad de controlar nuestra vida y nuestros deseos, en el triunfo de nuestro interior sobre el mundo que nos circunda, en amar la verdad y en actuar conforme a criterios exigentes y universales, sin echar a nadie la culpa de nuestras limitaciones y fracasos. La vida es corta, pero puede ser muy intensa y muy feliz. La vida humana parece estar dirigida no al fracaso sino a la plenitud. No se trata de promover una vida de titanes, ni de sugerir que una vida plena sea una vida fácil, pero sí de reconocer que en esa tarea tenemos posibilidades de éxito y que tampoco estamos obligados a renunciar a la ayuda y al consuelo, al que nos puedan dar los demás, porque nunca estamos realmente solos, y al que podamos obtener por otros medio, por ejemplo, de la religión. La religión cristiana, en particular, proporciona un alivio y una esperanza que son perfectamente legítimos, precisamente porque es una religión de la libertad y de la liberación, no de la esclavitud y el sometimiento.

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