En relación a la decisión ¿Leer 'Pensar rápido, pensar despacio', de Daniel Kahneman? esta es una opinión de Juan Malpartida

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Esta es mi opinión de experto

     Los psicólogos conductuales, como el mismo Kahneman, entienden que la libertad tiene un coste que soportan aquellos mismos individuos que la ejercen (y que hacen malas elecciones), y la sociedad está obligada a ayudarlos.

    Este libro tiene que ver con la manera en que se forman los juicios y las relaciones que establecemos, es decir: con la parte intuitiva, rápida, y con la que sometemos a razonamiento extenso, lenta. Juicios, pues, y elecciones que el premio Nóbel de economía Daniel Kahneman divide en los sistemas 1 y 2. Ambos están activos siempre que estamos despiertos. El primero actúa automáticamente, y el segundo anda apenas activo mientras nos desenvolvemos en esto o lo otro. Hasta que decide tomar las riendas. El Sistema 1 es el encargado de aportar intuiciones, intenciones, sensaciones e impresiones al Sistema 2, que dependiendo de variables muy complicadas tomará en cuenta o no.
 
Parece sencillo, pero es admirable cómo a lo largo de esta obra, apoyada en una larga observación del comportamiento individual y colectivo de las maneas de actuar en lo privado y en lo público, en la política, en la planificación de la sanidad, en la gestión empresarial o en el manejo de nuestros conflictos, vamos obteniendo una idea de la complejidad en el desarrollo de lo que en principio podría parecer una trivialidad (como diría Wagensberg). Se trata de una descripción analítica apoyada en una capacidad de observación y de comprensión notable. Nuestro autor, y Amos Tversky, con quien colaboró durante muchos años, lo dice así: “El yo que recuerda y el yo que experimenta deben considerarse a la par, pues sus intereses no siempre coinciden”. La sociedad del bienestar pasa por esta paradoja que pone en cuestión la visión absoluta de la racionalidad humana, defendida hace algunos años por Milton Friedman y la Escuela de Economía de Chicago, a saber: no hay que proteger a las personas contra sus propias elecciones.
 
      Los psicólogos conductuales, como el mismo Kahneman, entiende que la libertad tiene un coste que soportan aquellos mismos individuos que la ejercen (y que hacen malas elecciones), y la sociedad está obligada a ayudarlos. La visión de Kahneman es optimista: la mayoría de lo que hacemos, y que se apoya precisamente en el Sistema 1 (intuitivo, afectivo, sugerente) es acertado; pero necesita del Sistema 2, porque su facilidad cognitiva suele ser ajena a la necesaria señal de alerta cuando estamos cometiendo un error (esos impulsos que nos arrastran). El Sistema 2, aunque no sabe cómo distinguir entre una respuesta experta y una heurística, sabe que puede y debe ir más despacio.
 
Apenas podemos educar al Sistema 1 (está unido a eso que llamamos nuestro temperamento, nuestra personalidad), sobre todo porque la intuición es refractaria a la voz tenue, poco emocional, de la razón. Los que observan están menos ocupados cognitivamente y más abiertos a la información que los que actúan”. Muchas de las ideas de este libro se enriquecen a la luz de la obra última de Damasio (El cerebro hizo al hombre) y otros psicólogos cognitivos que estudian la naturaleza de la conciencia, la emotividad y lo inconsciente (que se aleja mucho de la vieja idea freudiana). También puede ampliarse con la lectura de La biología de la toma de riesgos, de John Coates.
      Toda elección tiene dos cabezas, y no siempre, ni mucho menos, están de acuerdo.

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