En relación a la decisión ¿Leer a Sigmund Freud? esta es una opinión de Juan Malpartida

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Esta es mi opinión de experto

     Freud desarrolló o creó nociones tan importantes como el yo, el ello, el super yo, el principio del placer y el de muerte. Fue un hombre valiente, que no dudó en decir lo que pensaba, aunque desafiara a su tiempo.

Sigmund Freud (1875-1939) nació en un hogar pobre en cuyo piso inferior había una fragua. La pobreza de la familia habría de marcarlo, y a lo largo de su vida procuró tener una economía más que saneada. No fue egoísta: ayudó a muchos hasta el final de su vida. Aunque de familia judía, nunca aprendió el hebreo ni fue creyente. Sólo al ingresar en 1873 en la universidad de Viena, los otros le hicieron saber que era judío; algo que adoptó formas extremas con la llegada del nazismo. Políticamente Freud fue liberal: ni conservador ni socialista. Fue un burgués crítico con la aristocracia y con los representantes de Roma, a los que acusaba de la falta de integración de los judíos en su país.

En sus años de formación universitaria tres figuras fueron decisivas en su inclinación: Darwin, Goethe y Feuerbach: El hombre, como el resto de lo vivo, es el resultado de la evolución; la naturaleza sub especie erótica y, finalmente, el método crítico para comprender la ilusión religiosa. Freud fue un empirista desconfiado ante todo enrevesamiento metafísico. En definitiva, un ilustrado a la búsqueda de una teoría científica de la mente. Los maestros en medicina y psicología con los que trabajó fueron Josef Breuer, Brücke y, ya en París, Charcot. Este vienés enamorado de Inglaterra y su cultura, sintió siempre una fuerte debilidad por el mundo Mediterráneo, especialmente por la Roma antigua y renacentista. Su interés por la arqueología alimentó algunos de sus trabajos y las colecciones de figuritas que adornaban su estudio. Como Machado y Eliot, pensó que los franceses eran buscadores inmorales de sensaciones.

Se casó a los treinta años, con Martha Bernays, también judía, pero a la que impidió toda ceremonia religiosa familiar. Admiró a algunas mujeres, como Marie Bonaparte o Lou Salomé, pero sus iguales siempre fueron varones. Necesitó tener un amigo íntimo, y también un enemigo, que a veces coincidía en la misma persona. Y quizás fuera Fliess, “el único Otro”, una expresión de Freud que nos recuerda a Montaigne y su célebre amistad por Éntienne de La Boétie. Aunque tuvo seis hijos, a los que prestó cierta atención (ellos siempre tuvieron afecto por su padre), su vida estuvo centrada en el trabajo, que coincidía con sus fantasías, siendo lo único –dijo exagerando- que le divertía.

Tuvo siempre una gran receptividad hacia las nuevas ideas, aunque fue ajeno a las aventuras del arte moderno. Vital, no estuvo a salvo de depresiones a lo largo de su vida. Su primera gran obra fue La interpretación de los sueños, impresa a finales de 1899 pero postdatada en 1900, abriendo el siglo. Tenía cuarenta y tres años. Una obra seminal, apoyada fundamentalmente en su propio autoanálisis. La formulación de una vida inconsciente no era nueva (Lichtenberg, Coleridge, Goethe, Schiller), pero sin duda fue Freud quien exploró de manera decisiva su mundo vinculándolo con la idea de represión, aunque lo inconsciente no sea necesariamente lo reprimido. Freud había pasado de la hipnosis a la cura catártica mediante la palabra y, finalmente, al psicoanálisis, término que usa por primera vez en 1896. Su idea principal -una fórmula cuyo despliegue intelectual abarca la totalidad de su obra- es el famoso complejo de Edipo. Su noción de lo inconsciente y del deseo era negativa. La cultura, como elemento secundario, encauza y reprime, sublima tendencias originarias, pero no puede resolver del todo el impulso primario.

Freud creó nociones tan importantes como el yo, el ello, el super yo, el principio del placer y el de muerte. Fue un hombre valiente, que no dudó en decir lo que pensaba, aunque desafiara a su tiempo. Fumador empedernido, sufrió cáncer bucal a los 67 años y en sus últimos días, viendo que se adentraba en una existencia inútil y dolorosa, pidió a su amigo, el doctor Deutsch, que cumpliera con una vieja promesa. Unas inyecciones de morfina aceleraron el fin de su vida. Sabía que no es bueno intentar vivir eternamente. No se consigue.

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