En relación a la decisión ¿Ver televisión para no sentirse solo? esta es una opinión de Mihaly Csikszentmihalyi

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Esta es la opinión del experto

El experto reconoce que la televisión aporta cierta cantidad de orden a la conciencia que la distrae de las preocupaciones personales; sin embargo, cree que abusar de ella fabrica seres pasivos y disgustados.

La relación de las personas con la televisión es muchas veces del tipo amor-odio. Esta actividad se convierte en un problema cuando se desea pasar menos tiempo frente a la tele, pero no se consigue hacerlo.

Ver la televisión no es malo per se, pero a veces se convierte en un fenómeno que guarda similitudes con una adicción: se le dedican muchas horas más de las que uno desearía; uno trata de limitar su consumo sin éxito; se dejan de lado importantes actividades sociales, familiares o profesionales para dedicarle tiempo y se sufre síndrome de abstinencia si no se hace.
 
Los estudios señalan que, de media, en los países industrializados se dedican tres horas al día a este pasatiempo (la mitad de del tiempo libre). Según Csikszentmihalyi, sólo un 10% de los adultos se consideran adictos a la televisión.
 
Por regla general, la gente se sienta relajada y pasiva mientras observa la pantalla. Lo llamativo es que esta paz desaparece en cuanto se apaga el televisor, pero la sensación de pasividad y el bajo estado de alerta permanecen en el telespectador. Parece como si “la televisión les hubiera de algún modo absorbido o succionado la energía dejándoles exhaustos”.

Dado que los telespectadores se relajan a los pocos instantes de encender la televisión es normal, afirma Csikszentmihalyi, que asocien esta actividad con el descanso y la falta de tensión. Este asociación se refuerza aún más, porque se mantiene todo el tiempo que dura esta actividad. Además, se transforma inmediatamente en estrés y pensamientos negativos al pulsar el botón de apagado.
 
Ciertas drogas que crean hábitos de consumo actúan de manera similar, dice Csikszentmihalyi: “Un tranquilizante que abandona rápidamente el organismo es mucho más dado a causar dependencia que otro que lo hace lentamente, porque el consumidor percibe que los efectos de la droga están desapareciendo”.
 
La analogía consiste en que los espectadores han aprendido que se sentirán menos relajados, si dejan de ver la televisión y esto se convierte en un factor decisivo para continuar esta actividad. 
 
El experto resume así la ironía de la TV: “la gente termina por verla mucho más tiempo del que pensaban, aunque resulte menos gratificante”. En algunos hasta aparece un sentimiento de culpabilidad por no estar haciendo algo más productivo.
 
Csikszentmihalyi ha descubierto que en parte existen causas biológicas que explican este fenómeno: las respuestas condicionadas descritas por primera vez por Pavlov. Es como si en ese momento el cerebro centrara su atención en obtener más información, mientras el resto del cuerpo se tranquiliza. La atracción natural por el sonido y la luz de este invento se observa desde una edad muy temprana:
 
“Lo que podría hacer que la televisión fuera única es su formato, no su contenido”.
 
A pesar de lo descrito, Csikszentmihalyi advierte del peligro de que se produzca una reacción desmesurada a estos estudios:
 
“Hay pocas pruebas que sugieran que los adultos o los niños deberían dejar de ver la televisión por completo. El problema surge cuando se lleva a cabo de forma abusiva.”
 
Cuando alguien se clasifica a sí mismo como adicto a la televisión suele ser una persona que se aburren con más facilidad y tiene menos capacidad de control sobre su atención que las que no lo son. Con el paso del tiempo, tanto los niños como los adultos de este grupo, se vuelven menos creativos al resolver problemas, pierden la capacidad de perseverar en una tarea y soportan mal las situaciones sin estructura.
 
“Se pueda o no diagnosticar a alguien como adicto a la TV, lo que está claro es que hay millones de personas que sienten que no son capaces de controlar el tiempo que pasan frente a la pantalla”.
 
A pesar de que se han llevado a cabo muchas menos investigaciones, afirma Csikszentmihalyi, es probable que los mismos principios puedan ser aplicables –con ciertos matices- tanto a los videojuegos como al uso de ordenadores.

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