En relación a la decisión ¿Mudarme a la vivienda de algún familiar durante el desempleo? esta es una opinión de Juan Canut Guillén

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Esta es mi opinión de experto

Nuestros mayores, pensionistas y jubilados, se han convertido en una de red de seguridad económica para contener los estragos de la crisis.
Mantienen su capacidad económica en los últimos años y no han perdido ni empleo ni dinero por lo que pueden ser una buena opción en situaciones críticas.

En un país de ciegos, un tuerto se convierte en rey y en uno cada vez más empobrecido, como España, los pensionistas y los jubilados se han convertido en una suerte de red de seguridad económica para contener los estragos de la crisis.
Son los únicos que, en general, han mantenido o aumentado su capacidad económica en los últimos años, y los que no han perdido ni empleo —por motivos obvios— ni dinero.
El largo declive económico les ha puesto por delante de los jóvenes en gasto: solo los hogares con un mayor como cabeza de familia lo han aumentado en los últimos cinco años.

Según el estudio "Crisis y Fractura Social" recientemente publicado por la Fundación La Caixa, en 2006 las casas cuyo sustentador principal era alguien de entre 16 y 29 años registraban un gasto medio por persona de 11.814 euros anuales, por encima de la media.

En 2011 quedó por debajo (10.345), justo al contrario que los hogares en los que el principal contribuidor tenía 65 años o más: su gasto medio ha pasado de 10.157 a 12.093 euros.

El dinero de muchos jubilados no solo está sosteniendo una generación, la suya, sino a veces a dos: la de sus hijos; y hasta tres: la de sus nietos.

Según este mismo informe, de los hogares españoles con todos sus miembros activos en paro en 2010, el 7,8% convivía con una persona mayor de 65 años, una tasa 3,7 puntos porcentuales superior a 2007 y hasta siete puntos por encima de lo que ocurre en otros países como Reino Unido, Francia o Dinamarca.

El estudio constata que “en muchos hogares cuyos ingresos se han visto especialmente disminuidos tras el impacto de la crisis, las pensiones, aunque sean de baja cuantía, se convierten en un recurso más estable que las rentas del trabajo”.

Y la media de ingresos ha bajado tanto, señala el estudio, que la posición relativa de la tercera edad ha mejorado.

“El problema es que la capacidad de este tipo de solidaridad está tocando techo”, advierte Miguel Laparra, coordinador del estudio. Ya hay 1,7 millones de hogares con todos los miembros activos en el paro, según la última encuesta de población activa (EPA). “La novedad de esta crisis es que el paro está afectando a los principales sustentadores de las familias y las pensiones se convierten en un nuevo mecanismo de redistribución: la beca que ha perdido el hijo o la entrada para una vivienda, pero esto está llegando a un nivel de saturación”, alerta Laparra.

Los padres ayudan a los hijos a salir adelante y estos, una vez adultos, son los que echan una mano a sus progenitores. Así solía ser, una suerte de ley no escrita de sociedades familistas como la española, pero la precariedad del empleo ha cambiado las tornas.

Es un hecho que los salarios han encogido mientras las pensiones han aumentado y eso ha implicado otro vuelco: que el sueldo más común de los trabajadores está cada vez más cerca del de los jubilados, según se desprende de las cifras de la última Encuesta de Estructura Salarial.

El paro ha superado la tasa del 25% por primera vez en España y la vuelta a la creación de empleo neto no es inminente.

La tasa de pobreza de la tercera edad se ha contraído, entre otros motivos, porque la reducción del umbral de pobreza ha descendido con la bajada general de las rentas, advierte el informe de la Fundación La Caixa, además de por la mejora de la cuantía de las pensiones mínimas y porque esos nuevos jubilados tienen unas bases de cotización superiores a los que van falleciendo.

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