En relación a la decisión ¿Pensar que la globalización está provocando un nuevo orden mundial? esta es una opinión de Parag Khanna

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Esta es la opinión del experto

Paragg Khanna, investigador del programa de Estrategia Estadounidense de la New America Foundation y colaborador de esglobal.org, considera que el mundo, “más que un mundo de alianzas, es un mundo de alineamientos múltiples.”

En el artículo Las Sorpresas del Nuevo Orden Mundial (esglobal.org,  02/12/2010), el experto señala:
 
“Globalización significa no tener nunca que elegir un bando. Fijémonos en los Estados del Golfo Pérsico. Hacen tratos de armamento de abultadas facturas con Washington, comprando armas para reciclar sus petrodólares y disuadir a Irán; firman colosales acuerdos comerciales con China, a donde fluye cada vez más su crudo; y negocian acuerdos con la UE sobre sus respectivas política de divisas. Si existe alguna duda sobre la ausencia general de previsión que preside hoy las relaciones internacionales, consideremos simplemente cómo Estados Unidos ha detenido cierta producción conjunta de armas con Israel como castigo porque este país haya vendido tecnología sensible a Pekín, que a su vez vende tecnología de misiles a Teherán, cuya cúpula dirigente desea borrar a Israel del mapa. Todo el mundo se aprovecha de todos los demás en lo que parece como una infinita repetición del juego del dilema del prisionero.
 
(…)Paralizada durante la guerra fría, la ONU tenía ahora una oportunidad para jugar el papel crucial de árbitro de la gobernanza global para el que fue imaginada. Pero más que personificar el multilateralismo en sí, la ONU está demostrando ser, como mucho, sólo una de sus manifestaciones. Las agencias autónomas que funcionan en la práctica, como la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional —que se ha hecho incluso más importante como consecuencia de la crisis financiera— son nuestros únicos organismos globales efectivos y son de naturaleza exclusivamente económica. (…) El Consejo de Seguridad hace mucho que ha dejado de ser legítimo o efectivo y hay pocas perspectivas de reforma a la vista. (…) La ONU no pueden forjar un acuerdo global sobre el clima y no logran hacer que el mundo cumpla con los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Para cada tema hay ahora varias agencias especializadas, como el Programa Mundial de Alimentos y la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, que principalmente se aseguran sus propias contribuciones de financiación y están evolucionando a su propio ritmo.
 
Lo más cercano que tenemos a una gobernanza multilateral se da a escala regional y es mucho más prometedor, ya sea la fuertemente afianzada y supranacional UE, la rejuvenecida Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) o la incipiente Unión Africana. Cada una está construyendo un orden regional a la medida de las prioridades y el nivel de desarrollo de sus miembros.
 
(…)La globalización ha dado poder a multitud de actores transnacionales y no estatales, desde corporaciones a ONG o grupos religiosos.(…) La Fundación Gates entrega más dinero cada año que cualquier país europeo. Los aldeanos de Nigeria esperan que sea la compañía petrolera, Shell,  quien cumpla con sus expectativas, no su Gobierno. Asimismo, Intermon Oxfam modela las prioridades de la agencia británica de desarrollo más que al contrario.
 
Con cada año que pasa, el cierre de acuerdos en Davos y la Clinton Global Initiative se vuelven más importantes que los glaciales acercamientos de declaraciones vacías de las cumbres internacionales. Estos y otros escenarios son los lugares en los que el nuevo nuevo orden mundial está construyéndose. Y ello está sucediendo de abajo hacia arriba, más que de arriba hacia abajo.
 
(…) Hace poco más de veinte años, el entonces presidente de Estados Unidos H. W. Bush —que acababa de ser testigo de la caída del Muro de Berlín y presenciado la desintegración de la Unión Soviética con sus propios ojos—  se irguió en el podio de granito de la Asamblea General de la ONU y proclamó un nuevo orden mundial, un sistema internacional dominado por EE UU “en el que el imperio de la ley sustituya a la ley de la selva”. Dos décadas después, el nuevo nuevo orden mundial en el que en realidad vivimos no se parece en casi nada a lo que Bush —y la mayoría de los estadounidenses— imaginaban.”

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