En relación a la decisión ¿Respetar todas las creencias? esta es una opinión de José Lázaro

No
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Esta es mi opinión de experto

No. Como el resto de las opiniones, las creencias pueden ser respetables o despreciables, admirables o criminales, inteligentes o estúpidas.

Tan sistema de creencias era el que Hitler inculcaba a los miembros del partido nazi como el que Francisco de Asís predicaba a sus discípulos. Las sinceras creencias de un grupo de islamistas provocaron las matanzas de las Torres Gemelas o la Estación de Atocha. Pero también es cierto que por sus creencias han dado generosamente la vida muchos mártires y héroes. La conclusión es obvia: hay creencias respetables, creencias admirables y creencias execrables. Ninguna de ellas tiene la menor fiabilidad como sistema de afirmaciones sobre la realidad.

Comentarios
Imagen de Loles Sanjuán Juárez
Jueves, 21 de Febrero de 2013 a las 0:29

Lo verdaderamente respetable son las personas. Todas nuestras opiniones y creencias pueden ser puestas en duda, criticadas, debatidas y rebatidas. Poner en duda o debatir una creencia es un deber para todos aquellos que no quieran caer en el dogmatismo. Otra cosa sería olvidar que la persona y su creencia no son lo mismo, es decir, todas las personas merecen el respeto solamente por ser personas, independientemente de sus creencias

Imagen de José Lázaro
Martes, 26 de Febrero de 2013 a las 0:49

Estoy bastante de acuerdo con la opinión de Loles Sanjuán Juárez; incluso se podría decir que ella expresa con otras palabras las mismas ideas que yo defendía: no todas las opiniones son respetables, aunque lo sean todos los opinantes (por ser personas).
Pero la ventaja que tiene un diálogo así (intercambiar opiniones que formulan de distinta manera acuerdos y desacuerdos) es que permite seguir dando nuevos pasos y cuestionar con ello las propias creencias (que es la mejor manera de que avance el pensamiento). ¿Todas las personas son respetables? Calígula, Hitler, Jack el Destripador, Charles Manson, el “emperador” Bokassa y Bin Laden son personas. ¿Debemos respetarlos? ¿Qué significa “respetar” a una persona? ¿Ni siquiera deja de ser respetable la que no tiene ningún respeto a otras personas, como es el caso de las seis citadas?

Imagen de Leticia Soberón
Miércoles, 27 de Febrero de 2013 a las 13:31

Creo que este punto que José Lázaro señala merece una reflexión seria. Aunque personalmente nunca me he encontrado ante una persona como los que él señala, mi tendencia es a afirmar que "respetar a una persona" significa que aunque sea despreciable a mis ojos o a los ojos de muchos, eso no me da derecho ni a matarla, ni a torturarla, ni a denigrarla. Un criminal peligroso puede ser sujeto de cárcel, incluso de cadena perpetua -sí, con costos para la sociedad-, pero... ¿por qué soy yo la que defino que él o ella es despreciable, y no él o ella que yo lo soy? ¿Quién decide definir al que actuará como juez?

Hemos visto muchas veces en la historia cómo los juicios sobre los demás pueden ser erróneos o parciales. Cierto: sobre los grandes tiranos y asesinos en masa no parece haber dudas. Pero en cualquier caso convertirse en juez-verdugo de otros para decidir su muerte es una opción que no deseo para mí y no creo sea digna de una humanidad que vaya siendo cada vez más justa.

Respetar a la persona es confiar en aquello bueno que, a veces bajo muchas capas de maldad, puede residir aún en todo corazón humano.

Imagen de Leticia Soberón
Miércoles, 27 de Febrero de 2013 a las 13:48

Apostillo: denigrar, torturar o matar a quienes consideramos criminales, ¿no nos hace iguales a ellos?

Imagen de José Lázaro
Martes, 05 de Marzo de 2013 a las 13:31

1. Respuesta teórica:
Estoy muy de acuerdo con lo que dice Leticia Soberón de que “convertirse en juez-verdugo de otros para decidir su muerte es una opción que no deseo para mí”. En el resto de lo que dice voy a procurar buscar desacuerdos, aunque sólo sea por prolongar el placer de deliberar cordialmente con ella.
Estamos hablando de decisiones trágicas, que son las que hay que tomar cuando se elige necesariamente entre dos males para procurar que el elegido sea el menos malo. “¿Por qué soy yo la que defino que él o ella es despreciable, y no él o ella que yo lo soy?” Yo lo hago porque él lo ha hecho antes contra mí (o contra otro) y de forma gratuita, dañina y despiadada. ¿Quién decide definir al que actuará como juez? Todos, necesariamente, los que se encuentren en esa indeseable y trágica situación. A menos que optan por dejar, pasivamente, que se consume la barbarie.
Incluso sobre los grandes tiranos y asesinos en masa puede haber dudas, el problema es que muchas veces no hay más remedio que actuar a pesar de las dudas… porque está bastante claro (aunque quede alguna duda) que si no se actuamos el daño será mucho mayor que el que provocaremos al actuar.
El peligro de “confiar en aquello bueno que, a veces bajo muchas capas de maldad, puede residir aún en todo corazón humano” es que esa confianza puede dar rienda suelta a psicópatas, sádicos y otros humanos que sólo tiene más capas de maldad detrás de las primeras capas de maldad. Lo malo es que haber, haylos.

Imagen de José Lázaro
Martes, 05 de Marzo de 2013 a las 13:33

2. Respuesta práctica:
Recuerda, Leticia, "La decisión de Sophie", novela y película que (tengo entendido, no estoy seguro) se basa en hechos reales (aunque para los fines de nuestro análisis daría igual que fuesen verosímilmente ficticios). En un campo de concentración, un oficial nazi se acerca a una mujer judía que abraza a sus dos niños. Le dice: “Voy a matar a uno y tú vas a elegir cuál. Si no eliges inmediatamente, los mato a los dos”. Imaginemos (en la historia eso no ocurre) que en ese momento uno de sus guardaespaldas levanta el fusil y mata al oficial, aun sabiendo que le ejecutarán a él inmediatamente. ¿Lo hace eso igual al oficial que ha matado? ¿O bien, por el contrario, lo convierte en un héroe?
Los profesores de ética han dedicado muchas páginas a discutir el dilema del terrorista que es detenido cuando acaba de dejar una bomba en un colegio lleno de niños y se niega a decir en cuál. Si tú fueses la máxima autoridad de esa ciudad, Leticia, y el jefe de policía te pregunta si lo tortura para que confiese o espera a que explote la bomba, ¿qué le respondes? Ya sé que en ese momento preferirías ser responsable de las fiestas patronales, pero alguien tendrá que tomar las decisiones difíciles.
El problema de los grandes dogmas morales es que a veces parecen ser una guía infalible para resolver problemas y resultan en realidad ser un obstáculo para analizarlos.

Imagen de Ramón Suarez Llama
Martes, 29 de Julio de 2014 a las 14:53

Hay un error muy extendido de que "hay que respetar todas las ideas".
Yo creo que no hay que respetar las ideas/creencias/opiniones de los demás. Las ideas se aceptan o se combaten, no se respetan. Lo que hay que respetar es que los demás tengan sus propias ideas, diferentes/antagónicas de las nuestras y respetar su derecho a expresarlas y defenderlas en igualdad de condiciones. Por tanto, efectivamente el objeto de nuestro respeto debe ser la persona y su libertad, no sus ideas o creencias. El problema surge cuando una creencia entra en conflicto con los derechos naturales de la persona. Así, tenemos creencias que imponen la ablación del clítoris o que se oponen a una transfusión de sangre. En esos casos creo que la Sociedad debe evitar, por todos los medios a su alcance, que esas creencias causen perjuicios a terceros inocentes.
En cualquier caso, yo creo que matar sólo está justificado en defensa propia y torturar en ningún caso. Pero denigrar el discurso o la militancia de las personas que actúan como precursores de creencias/ideas abominables (por ejemplo aquel que enseñaba a sus seguidores técnicas para sacudir a la mujer sin dejar huellas), no sólo es legítimo hacerlo, sino que me parece una obligación moral.

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