En relación a la decisión ¿Sentirme culpable de lo que hicieron mis antepasados? esta es una opinión de Francesc Torralba

No

• Francesc Torralba
• Filósofo y Teólogo

Esta es mi opinión de experto

Si nosotros no somos los responsables de los males, de las atrocidades, de las barbaries cometidas en el pasado, ¿qué sentido tiene alimentar resentimientos unos contra otros si no tenemos ninguna responsabilidad de lo que sucedió?.
Me refiero tanto a culpa como a responsabilidad: nosotros no tenemos ninguna culpa de estos males que se cometieron. No nos hemos de sentir responsables de estos males porque no existíamos. En efecto, no hemos de alimentar resentimientos, ni  heredar las heridas del pasado, ni  reproducirlas inercialmente, ni trasladarlas a nuestros hijos y a nuestros nietos. No tenemos que intoxicar el espíritu de las nuevas generaciones.
 
Claro, cabe la necesidad de recordar. Pero recordar sin resentimientos, sin esperar revancha. El presente no se ha de ver afectado por los rencores del pasado,  pero eso no significa que haya que olvidarlo.  Lo que quiere decir es que tenemos que reconciliarnos con el pasado.
 
No se puede confundir olvido con reconciliación. Una persona puede olvidar los males que hayan hecho sus  antepasados  pero ¿cómo podría olvidarlo? Olvidar no es lo mismo que reconciliarse. Porque reconciliarse requiere de una actitud activa,  de una voluntad de reconciliación.
El olvido es una precariedad de la memoria,  una debilidad, una fragilidad de la mente humana que todos, en un momento u otro, sufrimos. La memoria se pierde, o se puede perder. Pero eso no es reconciliarse. Reconciliarse es ser consciente y tener conocimiento del pasado.  Llegar  incluso a desaprobar todo:  haber sido víctima; que mis abuelos, mis bisabuelos y mis padres hayan sido víctimas de este pasado.
Me reconcilio con el pasado, lo conozco en todos sus detalles, pero no siento ni culpa, ni rencor, y por ello  no transmito esos resentimientos a las generaciones que vendrán. Eso sí que es una virtud.
 
Estas ideas se incluyen en la Carta de la Paz dirigida a la ONU. Según Torralba: “Si el resentimiento es el recuerdo vivo de un sentimiento anterior, heredado de generación en generación, es absurdo hacerlo revivir y alimentarlo con el odio y el rencor. La Carta propone ser amigos en la existencia, establecer una buena relación con los demás, tratando de olvidar aquel sentimiento de hostilidad que hemos heredado cultural o históricamente. La barbarie de las guerras, la crueldad de los genocidios, las torturas infrahumanas y los campos de concentración tienen su raíz más profunda en el resentimiento, en el rencor, en la venganza. El mal, a veces, tiene una presencia tan gráfica, tan plástica, que destruye cualquier formulación metafísica o intelectual. A través del resentimiento, el mal deviene crudo y real como cualquier otra realidad”.