El ser humano siempre se ha preguntado si Dios existe. Cada religión y creencia tiene sus razones para creer. Hoy la ciencia explica fenómenos que antes se atribuían a Dios, pero desde la fe, el ateísmo o agnosticismo, muchos se siguen planteando la gran cuestión de la existencia de Dios. Ante la duda de si esta decisión tiene sentido o cambia algo en la propia vida, muchos responderán que las grandes preguntas de la vida humana, o se responden al menos en principio, o quedan en nuestro interior como enterradas, pero siempre reclamando ser atendidas, sobre todo en los momentos difíciles de la vida.
La pregunta sobre la existencia de Dios es tan antigua como el ser humano.
Los primeros restos arqueológicos considerados "humanos" estaban rodeados de simbología religiosa, pues se tenía la convicción de que había una vida después de la muerte.
Todas las culturas, hasta hace muy pocos siglos, han tenido alguna visión religiosa de la vida. Sin embargo, a partir del siglo XVI, el desarrollo de las ciencias y la explicación natural de los fenómenos ha ido restando terreno a la visión religiosa, y también la filosofía se ha alejado de la pregunta sobre Dios. Durante el siglo XX sobre todo, algunos pensadores de gran impacto social desecharon la posibilidad de que Dios exista, e incluso consideraron inútil plantearse ese tema. Incide también el desprestigio de muchas instituciones religiosas, las visiones fundamentalistas o radicales, y los conflictos entre ellas.
Pero en el siglo XXI vuelve la pregunta sobre el ser absoluto y el debate sigue abierto. La pregunta sobre el creer en Dios condensa las inquietudes de millones de personas de todo el mundo.
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El clima social dominante puede frenar la pregunta sincera sobre si existe un ser absoluto. En la sociedad postmoderna cada vez está peor visto creer y expresarse sobre Dios, pues se considera algo atrasado y poco racional. Por el contrario, en espacios sociales donde predomina una creencia, lo que se ve mal es cuestionar la existencia de la deidad.
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Preguntarse si es racional creer en Dios puede ayudar a que cada persona se responda con sinceridad y asuma o deseche las creencias, no por presión social, sino por una decisión personal. El hecho de creer o no creer en un ser absoluto cambia mucho de la vida individual y social, pues determinará el modo como entendemos el mundo, como nos planteamos objetivos, la relación con los demás, la manera de asumir el sufrimiento, los límites y la muerte.
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Antes que nada, informarse de forma libre y abierta: Puede ser muy dañino sentirse presionado, forzado, o apresurado por uno mismo o por los demás a tomar una decisión, especialmente una decisión importante como esta. Poder investigar el tema, a través de libros, vídeos, conferencias y otros, de forma seria y sin preconceptos puede ayudarnos a descubrir aspectos cruciales para la toma de esta decisión.
En segundo lugar, están los modelos: La historia y la experiencia y de las persona que estimamos y valoramos como referentes en la vida puede ser una gran fuente inspiración. Entender su visión de la vida, y descubrir la coherencia y consistencia de su historia personal puede volverse en uno de los pilares fundamentales que sustentan las grandes decisiones de nuestra propia vida.
Finalmente, tener claro nuestras creencias (y lo que no creemos) sobre la existencia y el mundo que nos rodea. Cuestiones como el sentido de la vida, la posibilidad de que exista un amor incondicional, la pregunta sobre si todo acaba con la muerte, puedan ayudar a clarificar el camino que nos lleva a decidirse por creer o no en Dios.
9 opiniones argumentadas
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Monseñor Miguel Huguet Ameller - Teología, Lenguas Semíticas
- alex carreras
- restauradors de materials diversos en obra i nautica , patologies ...
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Richard Carrier - Defensor del naturalismo metafísico.
Enrique Baca Baldomero
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Alister McGrath
- Biofísico y teólogo
