Muchos jefes de empresa esperan de los empleados un claro compromiso en la consecución de las expectativas futuras de la empresa, que muestren lealtad y sintonía profesional con ella. De ese modo crecerían las posibilidades de permanencia en el puesto de trabajo. Conociendo las expectativas de nuestro empleador y comprometiéndonos de forma activa y notoria con ellas, mostramos un mayor grado de “engagement” con nuestro empleador, favoreciendo nuestra imagen y aumentando tal vez nuestras posibilidades de mantener el puesto de trabajo.
Según la ya muy aceptada teoría del “engagement”, una de las virtudes que más se valora en el profesional actual es su grado de compromiso con la consecución de los objetivos de la empresa y el cumplimiento de sus expectativas futuras. Esta decisión nos plantea asumir como propias las expectativas de nuestro empleador y jerarquizar nuestras funciones en base al cumplimiento de dichas expectativas. Una actitud propositiva que refleje un interés real y práctico por las expectativas de nuestro empleador puede beneficiar nuestra situación dentro de nuestra empresa.
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Hay varias cuestiones que pueden impedir tomar conciencia de las expectativas de futuro de nuestro empleador. La distancia que nos separa de los centros de decisión y previsión de la empresa, los defectos en los procesos de comunicación internos, el temor a la reacción de nuestros superiores o nuestro entorno laboral más cercano, los inconvenientes de atraer la atención y algunos otros factores nos pueden frenar a la hora de tomar una decisión a este respecto. Tener en cuenta los pros y los contras de cada una de estas cuestiones y poner en perspectiva el grado de compromiso que exige nuestro empleador nos ayudara en esta cuestión.
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No obstante, debemos prever que toda iniciativa que tomemos tiene un alto índice de riesgo que puede afectarnos de una u otra forma según sea el resultado de la misma.
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Sopesar el conocimiento que tengo de las expectativas de futuro de mi empleador. Analizar en qué medida puedo contribuir a alcanzarlas desde mi posición y dentro de mi ámbito de competencias. Identificar a las personas a las que proponer dichas iniciativas. Asumir nuevas responsabilidades que me permitan desarrollar dichas iniciativas Tener en cuenta las experiencias de otras personas que hayan pasado por la toma de esta misma decisión.