
Cuando los niños empiezan a dejar de serlo, cuando desean más que nada tener sus espacios propios y encontrarse con su grupo de amigos, empieza el forcejeo con los padres sobre horarios de salida y llegada a casa. Esta decisión implica poner límites de horario a respetar.
El que cumplan esos horarios establecidos, que sean puntuales, y que si nolo son, haya repercusiones, es algo que determina cada progenitor o familia. Parece razonable empezar a "dar alas" a los hijos, pero marcando unos límites.