Hay pocas emociones tan genuinamente humanas como la vergüenza. El neuropsiquiatra Boris Cyrulnik desarrolla en Morirse de vergüenza sus ideas sobre ”el miedo a la mirada del otro”, tan ligado a la culpa y muy mala compañera para recorrer ligero el camino de la vida.
Puede resultar chocante la poca importancia que Cyrulnik concede a la genética como factor determinante en la mayor o menor inclinación de cada uno a pasar vergüenza.
La vergüenza es un sentimiento heterogéneo cuyo origen evolutivo, según Boris Cyrulnik, se basa en la capacidad de imaginar -acertadamente o no- el pensamiento de los demás.