Cuando llega la adolescencia, suele complicarse la relación entre hijos y padres. Lo que hasta ahora funcionaba habitualmente bien, se vuelve problemático de forma casi sistemática. ¿Qué explica que nosotros, los adolescentes, no compartamos casi nunca el punto de vista de nuestros padres?
Muchos adolescentes podrían calificar su relación con sus padres de caótica. ¿A qué se debe? ¿Por qué nunca estamos de acuerdo? A esta edad, existe una clara necesidad de ser autónomo, de pensar por sí mismos, pero la vida se sigue desarrollando en casa y las reglas las siguen fijando los padres. Nos dejan hacer más cosas, es cierto, pero siguen prohibiéndonos muchas otras y para nosotros, adolescentes, en nuestra mente solemos desear que esté prohibido prohibir, consideramos que somos casi adultos o en camino de serlo y, sin embargo, nos siguen tratando casi de la misma forma que cuando teníamos 7 u 8 años. Se tiene la sensación de que no se fían de nosotros,de que no nos escuchan y raras veces están de acuerdo con nosotros. Algunas personas expertas dicen que durante la adolescencia los jóvenes necesitan tomar distancia y comenzar un proceso de autonomía e independencia que se hará progresiva a través del tiempo hasta llegar a ser personas adultas. De momento, lo que señale el grupo de amistades puede llegar a tener más valor porque se desea ser aceptado dentro de los colectivos de iguales.
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Lo que suele impedir a padres y a hijos estar de acuerdo es, por una parte, la no aceptación de los padres de ver a sus hijos crecer, no están preparados para dejarles más margen de maniobra y, por otra parte, el adolescente quiere todo inmediatamente y no acepta ningún límite a sus deseos. Sin embargo, no estar de acuerdo con mis padres puede llegar a perjudicarme cuando se trata de acciones que van en pro de mi bienestar. Pero no mostrar mi desacuerdo ante algunas situaciones también me resta independencia y autonomía.
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Poder expresar que no estoy de acuerdo en todo lo que mis padres dicen, es más sincero que callarme y además a ellos les obliga a oír un punto de vista diferente. Pero puede provocar malestares y discusiones que sería tal vez mejor evitar.
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Elegir los asuntos en que realmente vale la pena insistir. Tal vez ceder en aquello sobre lo que no hay tanta controversia, y llegar a un acuerdo que genere más tranquilidad en el seno de la familia. Es importante establecer formas de comunicación apropiadas y tomar ejemplos positivos de otros grupos familiares.
Emma Motrico 