En relación a la decisión ¿Distinguir ideas y creencias? esta es una opinión de José Lázaro

Imagen de José Lázaro
3 votos

Esta es mi opinión de experto

Sí, las ideas (que son lógico-racionales) permiten saber algunas cosas acerca de la realidad; otras se saben gracias a los conocimientos (científico-experimentales). Las creencias, en cambio, son afirmaciones que no tienen ningún valor de verdad, pero resultan emocionalmente muy gratificantes.

En el aspecto cognoscitivo, cualquier creencia carece de valor de verdad, no puede darnos ningún conocimiento sobre la realidad pues creer es abandonar el esfuerzo de conocer para entregarse a la libre fantasía. La creencia empieza donde acaban las ideas (teóricas, racionales, lógicas) y los conocimientos (experimentales, objetivables, contrastables). Por eso tenía toda la razón Tertuliano cuando se refería a la muerte y resurrección del Hijo de Dios afirmando, con absoluta honradez, que “es totalmente creíble porque es absurdo, es cierto porque es imposible”. (Este es el pasaje que suele citarse con la fórmula “lo creo porque es absurdo”, resumen fiel a su sentido pero no literal).
 
Mark Twain aportó otra versión más jocosa de la misma idea cuando recogió de un escolar la frase “Fe es creer lo que sabes que no es así”. Pueden, por tanto, distinguirse tres tipos de afirmaciones sobre la realidad:

  1. La ciencia nos proporciona pruebas, conocimientos más o menos probables y provisionales que se objetivan de forma práctica, se pueden someter a experimentos repetibles por otros, dejan abierta la posibilidad de ser refutados por nuevas experiencias y tienen capacidad predictiva de los fenómenos sobre los que nos dan datos.
  2. El pensamiento racional nos aporta ideas que también son probables (generalmente menos que las científicas), tampoco llegan a tener certidumbre, no son contrastable mediante experimentos pero pueden ser apoyadas con argumentos y destruidas cuando aparecen en ellas contradicciones lógicas.
  3. La imaginación nos ofrece afirmaciones sobre cosas que es imposible conocer y quedan a merced de la fantasía humana: ese es el campo, riquísimo y variopinto, de las creencias. Los contemporáneos de Homero creían en los dioses del Olimpo; los nuestros han enriquecido las posibilidades y las creencias se han diversificado.

 
Hoy unos creen en los platillos volantes, otros en la homeopatía, en la resurrección de los cuerpos, en la reencarnación de las almas, en la prohibición de comer carne de cerdo, en la telepatía, en los ángeles, arcángeles y querubines, en las maldiciones, en las huríes del Paraíso mahometano, en que la vaca en un animal sagrado, en la infalibilidad del Papa, en que Cuba es un paraíso socialista, en el horóscopo, en las posesiones diabólicas, en los pueblos superiores (generalmente el propio), en las profecías de Nostradamus o en la santidad inmaculada de Ernesto Ché Guevara.
 
Como en tiempos de Homero, las creencias siguen teniendo un valor nulo para conocer la realidad, pero al menos ha aumentado mucho la variedad de la oferta. En el aspecto emocional está claro que el valor objetivo de los conocimientos científicos y el valor lógico de las ideas teóricas será mayor cuando no estén distorsionados por los afectos. Por el contrario, las creencias son muy gratificantes y consoladoras, son auténticos medicamentos naturales contra la desdicha, precisamente por la fuerte carga emocional que contienen.
 
De hecho, la fantasía tiene la función básica de alegrar el alma, combatir la tristeza, aniquilar la angustia, realizar imaginariamente los deseos insatisfechos y compensar fantasmáticamente las frustraciones que nos impone la cruda realidad. Gracias a sus creencias, los esclavos sueñan un mundo futuro en el que serán libres, los pobres confían en un partido político que los hará ricos, los enfermos aguardan el milagro que les curará, los hambrientos se convencen de que caerá del cielo el maná o se multiplicarán los panes y los peces, los condenados a la castidad (a pesar de sus fallidos esfuerzos por elevarse a la lujuria) esperan ilusionados a las huríes del Paraíso. No hay desdicha humana que no pueda ser imaginariamente compensada mediante las correspondientes creencias que, con su maravillosa flexibilidad, hacen brotar de la nada las mejores despensas, las mejores farmacias, las mejores orgías: la felicidad eterna. Imaginaria, claro está, pero consoladora y deliciosa.

Comentarios
Imagen de Joaquín Zulategui
Domingo, 10 de Marzo de 2013 a las 19:57

¿Debe enseñarse a los niños creencias basadas en la fe? o ¿Deben solamente enseñarse las creencias basadas en la razón y cuando estos puedan decidir lo hagan sin contaminación de creencias impresas en la infancia?

Imagen de José Lázaro
Martes, 12 de Marzo de 2013 a las 11:12

Pienso que lo que se debe hacer o no depende del sistema de valores éticos del que lo decida. Es lógico que los creyentes consideren un deber inculcar a los niños sus creencias y es lógico que los pensantes compartan con los niños sus argumentos.
En mi opinión (personal, dudosa, provisional, naturalmente) cuantos más puntos de vista diferentes conozcan los niños (y los adultos) más probabilidades tienen de ponerse a pensar para distinguir entre ellos. Por eso todos los sectarios y todos los dictadores inculcan a las masas sus propios puntos de vista y procuran censurar los que les contradicen.

×

Para poder participar debes ser usuario de Dontknow

Cargando...
×