En relación a la decisión ¿Estar alerta frente al uso de la neurociencia para explicar la conducta humana? esta es una opinión de José Lázaro

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Esta es mi opinión de experto

Sí, por supuesto, entre el plano de investigación en que se mueve la neurociencia y el que permite comprender la conducta humana hay un abismo que estamos muy lejos de llegar a entender.

De hecho la neurociencia y la comprensión profunda de la conducta humana (la psicología en su sentido más noble, no en el científico-experimental) se pueden considerar polos opuestos en todos los intentos que se han hecho de categorizar las disciplinas que estudian la realidad. El método de la neurociencia es un perfecto ejemplo del más riguroso planteamiento científico-experimental, que permite conocer aspectos muy concretos (y muy limitados) de la naturaleza con buena precisión, objetividad y capacidad predictiva: el paradigma de la ciencia-ciencia, de la ciencia dura. En ese plano se mueven la física, la química, la fisiología…
 
La auténtica comprensión de la conducta humana se encuentra en el otro extremo del arco epistemológico: en las grandes obras literarias y especulativas que el arte y el pensamiento libre del ser humano ha realizado siempre de forma por completo independiente de los saberes científicos de la época. No hay hoy tratado científico de psicología que pueda enseñarnos una mínima parte de lo que aprendemos sobre la conducta humana en los textos de Nietzsche, de Shakespeare o de Homero…
 
Nunca podremos conocer nuestras conductas con la objetividad, seguridad y predictibilidad con que conocemos el Ciclo de Krebs, pero nunca podrá la bioquímica aproximarse a lo que Homero nos ha enseñado sobre el orgullo, el deseo y las pasiones humanas. Son muy interesantes los descubrimientos que hace la ciencia actual sobre los mecanismos fisiológicos y bioquímicos que corresponden a vivencias psicológicas más o menos simples. Pero los que sueñan con explicar desde un laboratorio los enigmas profundos del deseo humano suelen ser despistados que creen estar jugando al ajedrez cuando en realidad están dando patadas a un balón para intentar meterlo en la portería.
 
Produce cierta ternura leer esos grandes descubrimientos de neurocientíficos o psicólogos experimentales que, tras laboriosas y costosísimas investigaciones, hay logrado “demostrar” una pequeña parte de lo que los lectores de La Rochefoucauld sabíamos desde siempre. Nunca podrán las enseñanzas de La Rochefoucauld tener la precisión, la objetividad y la fiabilidad de la fisiología. A Newton lo que es de Newton y a Stendhal lo que es de Stendhal.

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